martes, 27 de marzo de 2012

Pollas (o la churrería ambulante)

Ha empezado la primavera, y es como si las hormonas se revolucionaran. Pero para peor queridos. No sólo tenemos que hacer frente a alergias sino que, además, parece que cuando se trata de acostarse con alguien, o bien las camas desaparecen y tienes que montarte una en la imaginación o, fijaos bien en lo que voy a decir, los hombres están tan dispuestos que te entra una pereza tremenda acercarte más de la cuenta.  ¿Dónde ha quedado el puñetero misterio queridos? ¿Donde habéis leído que decir a alguien "quiero metértela hasta el fondo" es algo provocativo? ¿Dónde, más allá de vuestra cabeza, habéis visto que a alguien se le pueda decir "chupa del biberón" y éste se quede encantado cuando lo escucha? Pero más allá de tecnicismos, me sorprende también la capacidad que tiene la gente para inventarse historias, para utilizar diferentes caminos para la búsqueda de sexo, cuando lo fácil es hablarlo tranquilamente, ver lo que le apetece a la otra persona (y a uno mismo) y adelante con nuestros cuerpos y nuestras entrepiernas. Aquí van algunas de las más sustanciosas muestras de afecto (WTF) que he podido recabar en estos últimos meses: 

1. Las bonitas palabras calientan la churrería: ¿A quién no le ha gustado alguna vez que le digan cosas bonitas? Qué sé yo: me gustas, me haces sentir especial, me haces tener mariposillas en el estómago como si fuera una protagonista de las novelas de Jane Austen, pero yo no lo quiero reconocer... delirios varios. Pero de ahí, amigos de las cavernas, criaturas de la noche y amigos de infancia de orcos y demás movimientos contra el sistema, a que intentéis regalarnos un caramelo para que en cuanto nos descuidemos tengamos que abrir más de la cuenta la boca, chicos, qué queréis que os diga... Os daré una explicación sencilla: si queréis llevarnos a la cama regalándonos el oído, que sea porque es verdad. Así de simple 

2. Te dejo elegir la postura, pero tienes que elegir: Que si queréis conocernos más a fondo, que si somos tan especiales que no podéis vivir sin nosotros, que si lleváis dos días con nosotros y ya somos los hombres de vuestra vida. He escuchado tantas veces estas palabras que, a este paso, me podría haber propuesto tener un harem masculino y no tendría que ir a trabajar para una sueldo ínfimo. Y después de todo eso, ¿qué?, os estaréis preguntando. Yo me lo preguntaba al principio. Se me hacían unas cosquillitas en muchas partes de mi cuerpo y pensaba "ay, que ahora sí, que ahora sí". Pero hay un momento en el que te das cuenta de que algo anda mal en toda esa situación. Porque, ¿acaso es normal que toda esa verborrea inútil se diga, únicamente, cuando me estás bajando la bragueta? ¿De verdad produzco tanto jugo de la pasión como para que no puedas mantener las manos quietas? Ah, espera, me acabo de dar cuenta: es que si no me desnudo no podrás quererme como me merezco... qué idiota he sido...

3. Cuando el "no" puede no ser evidente: Lo diré tranquilamente para que te quede claro: "si te digo que no me apetece follar contigo, no tengo que esperar a que los astros se alineen para que me entren las ganas. Fuera de mi casa"

4. La autosuficiencia de Pepe Gotera y Otilio: Está bien, olvidémonos por un momento que algo de lo anterior ha pasado. Pensemos en que yo, persona con necesidades básicas he decidido que tú, oh sí tú, seas mi compañero de juegos al más puro estilo niño de parvulario con complejo de superioridad. ¿Qué te hace pensar que que me digas "yo no soy de hacer nada, me gusta que me lo hagan" me tiene que excitar? Si que tú y yo hayamos coincidido en la cama es una cuestión de probabilidad, dime, ¿sabes contar dos personas en la cama verdad? ¿eres capaz de entender que a mí también me gusta que me hagan ver las estrellas? y, por último, ¿adivinas cuántas probabilidades tienes tú de que te tire de una patada del colchón? Gracias por la participación 

El sexo es algo estimulante. Y no sólo porque te relaja, sino porque estimula partes de tu mente que no has sido capaz hasta ahora de encender. Así que, por favor amigos, si queréis disfrutar de ello, pensad que lo que tenéis delante, al costado, atrás, encima o debajo, es una persona como vosotros, y no un robot automático con función de encendido y apagado. 

He dicho 


jueves, 26 de enero de 2012

Posesiones (o los miedos que empiezan y acaban)

Tenemos un trabajo (afortunados nosotros). Tenemos amigos (afortunados ellos). Tenemos vida social (afortunado el vecino de arriba) y tenemos una casa (afortunados tú, ellos, y el vecino de arriba). Entonces, ¿por qué cuesta tanto elegir bien, descartar la morralla, y dar con la persona adecuada con la que compartiremos momentos (olvidables o inolvidables, eso qué más da)? Resulta que cuando somos pequeños nos meten por los ojos que tenemos que tener pareja que salimos de la sala del cine pensando: "oye, que a ver si esto del amor todavía va a ser beneficioso para la salud y todo". Pero, ay cuando nos hacemos mayores, nos damos cuenta de que todo esto del amor es muy bonito, pero que, por arte de no sé sabe muy bien qué mago cabrón, a veces hace falta vivir en una realidad paralela para entender a la gente. Que si te quiero pero no quiero seguir contigo, que si no eres tú soy yo, y el bla bla bla, que me habéis leído en mis anteriores actualizaciones. Pero, aquí va la pregunta, ¿qué pasa cuando eso no es así? ¿Qué sucede cuando encuentras a una persona y las cosas van bien? ¿Nos conformamos, somos felices, nos atrevemos a caer de lleno en esa historia? Las respuestas y las reacciones, a continuación: 

1. Miedo a ser feliz: Nos empeñamos en que algo tiene que salir mal, nos comportamos como si pendiéramos de un hilo tan fino que la simple respiración fuera a apagar una llama que lleva encendida desde el primer día que os visteis. El amor puede doler mucho más que un mazazo en la cabeza, pero, ¿si no hay indicios de que haya un brazo que quiera arrancárnosla, por qué nos comportamos como si fuéramos nosotros quienes diéramos el martillo para que nos atizaran con él? 

2. La desconfianza de los malos hábitos: No es infrecuente que, cuando nos han puesto los cuernos (yo todavía me los tengo limar de vez en cuando para que no rocen el techo) tengamos los ojos puestos en esas pequeñas faltas. Pero, ¿no es más fácil respetar el espacio de la otra persona? ¿Será que es más conveniente estar con la escopeta cargada día sí y día también? Hay personas que no saben reconocer los errores, cierto. Te engañan, te miran con ojos de saberlo todo, y te niegan algo que es demasiado evidente, pero, afortunadamente, no todo el mundo es así. Si no, a este paso, yo hubiera clavado mis cuernos a más de uno y me hubiera quedado más ancho que largo. 

3. Amarrarnos a los clavos ardiendo: Estar en pareja es sano. Te ayuda a tomar con otra perspectiva ciertas funciones (sociales o no) que implica vivir en sociedad. Pero lo que no podemos permitirnos es elevar el estar en pareja a la enésima potencia de lo que es la vida perfecta. Tan bueno es estar en pareja, como saber estar solo de vez en cuando. Porque, aunque trillado por libros de autoayuda a más no poder, ¿cómo vas a poder estar bien con alguien si no estás bien contigo mismo? 

Lo que no te mata, te hace más fuerte. Es algo sencillo, algo incluso tan obvio que, a veces, no nos paramos a pensar que es tan cierto como que necesitamos aire para respirar. Es algo automático. De las relaciones fallidas, se sale. De las relaciones catastróficas que nos reniegan al más puro fondo del fango, se sale todavía más. Y de las relaciones que suponen un aprendizaje para no equivocarte la próxima vez en lo mismo, no sólo se sale, sino que además, se aprende. Por eso, si en algún momento os queréis dar de cabezazos contra las paredes, recordad que, a veces, es mejor esperar que no tiraos de cabeza a un precipicio que, por mucho que lo neguéis, tiene sólo una salida: muerte por impacto. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Trampas (o las excusas del imbécil redomado)

Me he recuperado. Así, milagrosamente. Pero no sé qué es peor amigos míos. Porque cuando vuelvo con fuerzas renovadas, me sale la marica mala (light, todo hay que decirlo) que llevo dentro y se me junta con los últimos coletazos de la mala leche anterior (a puntito de convertirse en cuajada de la rica rica). Así que, sin extenderme mucho, sin escribir esos párrafos tan largos que me caracterizan, voy a ir al grano. Las excusas, esas invenciones propias de libros de ciencia ficción que, por A o por B, nos hemos encontrado alguna vez en nuestra vida, esas que utilizan (o utilizamos) a veces, que en nuestra cabeza suenan bien, casi como si estuvieran programadas para funcionar pero que, no nos engañemos, no hay quien se trague mucho más allá de la campanilla. Ahí van: 

1. Me quieres más que yo a ti: Rectifiquemos: no se trata de cantidad, simplemente es que ya no me quieres. No es tan difícil de decir, y sin embargo, ¿por qué te cuesta tanto alma de cántaro? Si no me quieres y has decidido por tu cuenta no estar conmigo, échale huevos y dilo sin rodeos: lo quiero dejar. 

2. Quiero pensar un tiempo en mí: ¿Y qué problema hay para que lo hagas cuando estás conmigo? ¿Será que yo no te dejo concentrarte? ¿Será que necesitas tiempo para estar tú solo cuando te doy todo el que quieras? ¿Será que...? Ah no, espera, ¿que es lo que estás mirando en la pantalla del ordenador? Ah, que es una página de contactos... pasemos a otra cosa. 

3. Aunque lo parezca, no es lo que piensas: Si lo único que me ha faltado es verte metiéndosela a la persona que tienes en la cama, y que no soy yo, ¿por qué no haces un examen de retórica para poder dar clases como Doctor Honoris Causa?

4. Tenía miedo de que me dejaras: Ah, y por eso me has tratado como si fuera un desconocido el último mes, por eso cuando te decía que vinieras tú te quedabas en casa, por eso preferías irte con tus amigos y pasar olímpicamente de los míos, y por eso, ahora lo tiendo, me mirabas el móvil en cualquier momento que yo me despistaba... claaaaaaro. 

En definitiva, que la gente habla, pero habla tanto que, a veces, no se dan cuenta de que la persona que tiene en frente no es tan idiota como para creerse semejantes tonterías. Así que, amigos, yo os digo una cosa: coged unos buenos tapones para los oídos, dejad que hablen, y al final, cuando acaben el discurso sin sentido, siempre tenéis que decir lo mismo: Adios. 

viernes, 20 de enero de 2012

Sexo (o los vicios ¿confesables?)

Estoy enfermo, y cuando yo me pongo enfermo me sale la mala leche. Es como esos alimentos que acaban agriándose en el fondo de la nevera, que tú los ves pudriéndose pero piensas, bah, para otro día. Y es que estar enfermo me reconcome queridos, así, como lo oís. Que malito estoy y que poco me quejo. Pero como todo, esto te ayuda a pensar, a quedarte mirando al techo mientras los virus campan a sus anchas para poder pensar en la vida, en cuál será el olor de las cosas que no huelen (sum sum, sum sum), en definitiva, en todas esas cosas que no te habías planteado hasta ese momento. Y a mí, que me gusta ser dramático hasta la existencia, resulta que me da por pensar en historias, en historias de la vida real, no os vayáis a creer que a mí eso de inventar se me da muy bien, porque, ¿para qué me voy a poner a inventar cuando tenemos a nuestro alcance historias tan buenas como las que vemos en las películas? Así que aquí están todos aquellos cuentos modernos (dos, para ser exactos) que he podido elaborar en tanto tiempo. Ahí van: 

1. El hotel de las estrellas sin sueño: Y es que a esta pareja les encantó el hotel. Les apasionó de manera sobrehumana el color de las cortinas, la suavidad de las sábanas y el desenfreno de probar algo que les había sido prohibido desde hacía tiempo. Porque ella estaba soltera, ay sí amigos, soltera hasta la médula por propia decisión. Pero él estaba casado, con un anillo reluciente en uno de los dedos de su mano derecho, que giraba de vez en cuando como si fuera su propia vida dando vueltas sin saber cuándo pararse. Y fue a detenerse en ese momento, en esa noche en la que los dos cuerpos se juntaron, se abrazaron, se besaron, y se follaron hasta el éxtasis más absoluto. Pero, ¿qué pasa con los sueños al despertarse? Pues que desaparece milady. Y como si se trata de una calabaza convertida en carroza se separaron hasta la próxima vez, hasta el siguiente bar donde abrazados en la oscuridad pudieran robarse un beso o hasta la siguiente fiesta en la que, por azares del destino, volvieran a juntarse para poder buscarse la boca, el cuerpo, las manos, las piernas, y toda la amalgama que supone un cuerpo ávido de sexo. 

2. Los extraterrestres de la casa helada: Las historias empiezan, se desarrollan y terminan. Fue todo muy rápido. Desde los inicios, sin conocerse, sin haberse planteado que las cosas pudieran salir mal, vivieron juntos. Se comunicaban, hablaban de los sueños, de planes de futuro que se revientan por falta de medios o miraban hacia atrás dándose cuenta de lo mucho que habían perdido, pero ganado al mismo tiempo. Pero como en las historias de amor que se cuentan corriendo, había un problema. Esta pareja no se tocaba, no se rozaba, ni siquiera intentaba sobrepasar el límite que la ropa les imponía. Y es que el sexo no estaba hecho para ellos. O para uno de los dos. Una noche, una mágica noche después del comienzo de año, mientras uno de los dos abría un cajón se encontró dos marcas de látex usadas. Pero todos sabían que no podían ser de ellos dos, la lógica prohibía pensar que sí. Por eso, ante la lógica, se prefirió la emoción, y al preguntar sobre la situación, sólo encontró negativas al respecto. Un "no" rotundo ante el hecho de que su pareja le hubiera engañado tan vilmente como sólo puede sucederle al malo del cuento cuando está a punto de acabar la historia. Porque así fue. Porque tras una semana de traiciones, de decepciones, de discursos creados para hacer sentir culpable a la persona equivocada, las maletas hicieron acto de presencia, la ropa empezó a volar de los armarios como si un hechizo las hubiera dado vida, y el viaje de regreso a la casa que le vio nacer, fue uno de los mejores regresos que esta persona recordará a lo largo de su existencia porque, mal que le pesen a algunos, volver no significa siempre un fracaso sino una victoria tan grande como lo puede ser el universo. 

Y es que al final queridos míos, navegantes de un mundo virtual que a veces me da miedo, da la sensación de que nos hemos vuelto tan insensibles al dolor, que creemos que hay ciertas cosas que son normales. Por eso yo os digo: si os mienten descaradamente por salvar el culo, no lo permitáis; si veis que os estáis embarcando en una relación que no es lo que queréis, luchad por algo que sí merezca la pena de verdad; si alguien intenta pisotear la ilusión que tenéis, pisotead vosotros con muchas más ganas el orgullo que crece en el cuerpo del otro y por último, si alguien os dice que no os merecéis sentiros bien con vosotros mismos, simplemente, y sin muchos miramientos, mandadle a la mierda. 

He dicho

lunes, 14 de noviembre de 2011

Parejas (o el complejo de la dinamita)

¿Cuanto dura una pareja? Esta es una de las preguntas que nos solemos hacer. Que si me querrá toda la vida, que si soy su media naranja, que si tendré niños con el/ella. Yo qué sé, esas preguntas que nos hacemos para pensar en el futuro y no en el presente. Porque sí queridos amigos, nosotros somos así. Nos preocupamos de lo que pasará, y no de lo que está pasando. Y es que, ¿acaso tenemos complejo de videntes? ¿Será que tenemos tan metido en la cabeza aquello de "y fueron felices..." que no nos paramos a pensar en que no tiene que ser "fueron" sino "son? 
Pero, a lo que iba. ¿Cuánto puede durar una pareja? Años, meses, semanas, días, minutos. Un sin fin de oportunidades se abren paso en nuestro camino. Y nosotros, como somos así de inteligentes (recochineo mode ON), cuando no funciona, nos aferramos a ese "si es que ya sabía yo que esto no iba a durar mucho", como si nuestra madre nos estuviera diciendo al oído aquello de "si es que ya te lo dije yo cariño, que del amor no se come, que no se come". Hace tiempo que vengo pensando en esto, y después de numerosas conversaciones, me he propuesto hacer una pequeña lista (no pormenorizada) de las explicaciones, argumentaciones, opiniones, y demás, que han pronunciado gente que, como no podía ser de otra manera, pensaba que como lo suyo estaba destinado a fracasar de antemano, no pensaron que era mejor no meterse en camisas de once varas, y prefirieron meterse de lleno en algo que, realmente, no les hacía feliz. Allá vamos. 

1. Es que es tan mono, que es normal que no funcionara: ¿Cuánto se tarda en darse cuenta de que tu pareja es muy guapo? Dos segundos. Tú le ves, te pone más salido que el pico de una plancha, y ya está el lío formado. ¿O qué os creíais? ¿Que esto de la belleza era una cuestión de tiempo y proceso de maquillado? Pero, lo mejor de todo es que, aunque no os lo creáis, cuando alguien es guapo, cuando alguien se fija en vosotros, cuando alguien que está bueno buenísimo, que se fija en vosotros, y vosotros en él, no se trata porque quiera sacar algo de vosotros y después, si te he visto no te acuerdo. ES PORQUE REALMENTE LE GUSTÁIS. Y aunque no os lo creáis, cuando os comportáis como si estuvierais pendientes de un hilo, porque pensáis que os lo van a robar, que vuestra pareja es como un gran caramelo que todo el mundo quiere chupar (sic), ¿de verdad os sorprende que esa persona termine hasta los mismísimos de vuestros celos? Si os gusta alguien, perfecto; si os gusta alguien que os parece una belleza más propia del Renacimiento que del Siglo XXI, también perfecto; pero que lo queráis guardar en un museo como si fuera una estatua, no sólo no es perfecto, sino que, además, sólo conseguiréis una cosa: que huya como si hubiera visto al mismísimo demonio. 

2. Es que, ¿qué pasa si no le gusto?: Lo que pasa es... NADA. Realmente, cuando estamos en pareja, es porque estamos a gusto, porque la persona que tenemos al lado nos aporta ese "algo" que no sabemos describir con detalles: tranquilidad, pasión, conocimiento, conversación. O un conjunto de todas las cosas que os podáis imaginar. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando eso se acaba? Pues me temo que, como todo hijo de vecino, cuando nos han dejado, nos queda cerrar los ojos, respirar profundamente, y seguir caminando. Porque, decidme, ¿acaso necesitamos tener a alguien al lado para seguir viviendo? El truco está en avanzar junto a alguien, si es el caso, no retroceder. 

3. Es que no me escuchaba: Siempre he pensado que la comunicación en una pareja es importante. Yo, sin ir más lejos, hablo con mi pareja, nos contamos cosas, el día a día: lo que nos preocupa, lo que nos alegra, e incluso lo que podemos o queremos hacer en un momento determinado. Pero, en este caso, ¿has probado a decírselo? ¿has intentado hablar con él sobre lo que te pasa? ¿has sentado a tu pareja y le has dicho "quiero hablar contigo de una cosa"? En la mayoría de los casos, cuando escucho "es que no me escuchaba, por eso lo hemos dejado", siempre me hecho a temblar. Porque con todo lo racionales que llegamos a ser, con todas las explicaciones que nos creamos en nuestra mente para darnos razones a la hora de dejar algo, muchas veces no somos ni siquiera capaces de empezar una frase con una interrogación, convirtiendo todo en frases afirmativas. Y no hay nada más peligroso que una frase exclamativa cuando lo que tuviera que haber es una duda. 

Durar, no sé. Lo que sí sé, es que, cuanto más nos proponemos pensar en lo que sucederá de aquí a unos años, más nos dinamitamos nosotros mismos. Pregunto, ¿por qué pensar en si "será el hombre de nuestra vida", cuando es mejor pensar que es "el hombre de nuestro día a día"? Las relaciones son como un camino, a veces tienes un atajo que te permite llegar a un lugar, pero a veces, cosas de la vida, el suelo es tan sumamente escarpado, que tienes casi que coger un piolet y armarte de paciencia. En todos los casos, lo mejor, es aceptar la situación y seguir adelante. Porque, ¿quién te dice a ti, querido, querida, cariño, bonito/a, que los días que sumes con esa persona, no se convertirán en toda una vida? 

domingo, 23 de octubre de 2011

Columpios (o ser un surrealista virtual)

Señoras, señores, me doy por enterado. Las relaciones son complicadas. Sí, sí, como lo oyen. Si hasta Facebook tiene una pestañita (muy mona ella) para poner que tu estado es "tengo una relación complicada" oigan. Todo un mundo de posibilidades se abre a nuestro paso. Y es que, si Facebook lo dice, parece que todos tenemos que hacerle caso, o, en su defecto, crear nuevas formas de relacionarnos porque, válgame el cielo, no podemos ser felices con lo que tenemos. Pase que lo de las relaciones complicadas siempre ha sido un plato en el que rebañar desde que nos hicimos mayores, pero... ¿de verdad esto de las redes sociales nos ha licuado el cerebro? ¿Dónde ha quedado la comunicación? ¿El entendimiento? Esto... no sé, ¿el sentido común?
A mí me gustan las palabras, de hecho, si escribo este blog es en parte por eso mismo. Porque me encanta el lenguaje, escribirlo y hablarlo. Pero lo que no he llegado a entender nunca es ese afán por mostrar la vida emocional privada de las personas en un estado, en un post, o en un tweet. Llámenme ignorante, clásico recalcitrante, o vayan ustedes a saber qué cosas más pero, si queremos a alguien, ¿sirve para algo decírselo a través de la pantalla del ordenador? ¿Acaso si lo dejamos puesto en el Muro tiene una mayor validez? ¿Dónde hemos dejado aparcado el coche para poder salir corriendo de éste, nuestro mundo? Por ello me he decidido a escribir sobre diferentes perfiles, diferentes personalidades que, por A o por B, han aparecido en el mundo y que me dan más miedo que una película de terrores infantiles.

1. Acoso y derribo: Querer a alguien no implica que tengas que avasallarle. Si te apetece estar con esa persona, puedes decírselo. Qué sé yo, llamar por teléfono, enviar un mensaje, o incluso postearle en el Muro si sabes que es lo primero que ve al levantarse. Pero lo que no es de recibo es que, como hace tiempo vi, escribirle 10 mensajes seguidos, a intervalos de 2 minutos, preguntándole por qué no te contesta, que si no quiere nada contigo que se lo digas, que si eres un cabrón, que si creía que merecías la pena pero eres igual que los demás, para acabar con un "que te den por el culo" así como sonoro, con unas mayúsculas de cágate lorito, y todo esto, como no, públicamente, para que todo el mundo sepa que el malo de la película eres tú, no la otra persona. Y es que, eso de lavar los trapos sucios en casa... ya no se lleva.

2. Te quiero, pero muuuuuuuuuuuucho: Conste que me creo un aficionado a las ficciones edulcoradas. En su momento me abrazaba al cojín de mi sofá viendo una película de Julia Roberts, o incluso lloraba a moco tendido cuando la protagonista de turno se daba un beso de estos de película en la pantalla. Y siempre me quedaba pensando: "ay, por qué no seré ese yo". Anyway, el caso es que, adicto a la vena romántica como soy, me parece surrealista que alguien tenga la necesidad, la desesperación, la ansiedad tan elevada, como para poner a alguien que le quiere mucho, que no puede vivir sin él, que lo es todo para él, que su vida era un infierno hasta que le conoció, que desde que ha encontrado a esa persona su vida tiene un sentido nuevo, algo diferente, algo tan bonito que, ay ay ay, no sabe cómo hacer frente a todas esas emociones que le nacen de dentro. ¿Exagerado? Si sientes todo eso hacia una persona, ¿no es mucho mejor que se lo digas a la cara? Tremendo batacazo te levarás como esa persona no te ponga un "me gusta" en el estado. Para todo lo demás, un curso de habilidades sociales.

3. Te doy la mano, me coges el....: Lo que sea. Lo importante es columpiarse. Como si fuera esa canción infantil de "un elefante se balanceaba...". El concepto es que, si dos personas han elegido estar juntas, ¿por qué puede haber una que se crea con derecho a meterse en la vida de la otra persona? Me gusta la independencia en la pareja, leñe, y esto de "no, es que me he metido en tu facebook, con tu contraseña, después de estar intentando descifrarla como media hora, porque quería saber más cosas de ti", me parece entrar en un terreno tan enfermizo que a veces me da por pensar que estoy en una realidad tan paralela que parece que está a kilómetros de distancia. ¿Será que estoy viviendo en Fringe y no me entero?

4. Te mando una postal: Con lo que me gustan a mí las cartas manuscritas (y no, no soy tan viejo). Pero el caso es que esto de poner un power point donde todo el mundo pueda ver lo enamorado que estás de tu pareja, lo mucho que las montañas de algún país exótico te recuerda la calma que te da esa persona, lo increíble que es el Sol de la India como si tu pareja te diera el mismo calor, e incluso las fotografías de alguna de las maravillas del mundo para hacerle ver a esa persona que ya has encontrado la que faltaba en el mundo... me recuerdan que según vamos avanzando en edad, volvemos a la infancia. Pero, ¿qué pasa si resulta que ni siquiera se ha avanzado desde entonces? Pues querid@s, sólo una cosa: dar el biberón.

El año, sin contar los bisiestos, tiene 365 días. 365 días. Y lo escribo otra vez. 365 días. ¿Por qué digo esto? Porque durante todo un año, durante todas y cada una de las semanas que existen, hay suficientes días como para coger a tu pareja, mirarla a los ojos, y decirle un "te quiero" tan simple en la forma, pero tan complicado en el fondo, que a mí esto de las proclamaciones vía internet, me recuerdan más a cuando jugábamos a pintar en la guardería que a la vida adulta. Y es que chicos, ¿por qué tenéis tanto miedo a saliros del margen? 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Construcción (o cuando se crea algo diferente)

Que la vida es una jodienda, todos lo sabemos. Que, de por sí, hay momentos en los que nos gustaría mandarlo todo a la mierda, así, sin contemplaciones, es reconocido por especialistas e incluso ineptos. Y quien me diga que no, me miente. Pero una cosa es que, a veces, pueda parecer todo un lío monumental y otra muy distinta que nos compliquemos nosotros mismos la existencia. ¿De verdad hace falta crear una madeja de un solo hilo? ¿Acaso nos pagan por ponernos dificultades según vamos caminando por la calle? Entiendo que hay veces que nos gustaría ir con una recortada por la calle y volar la cabeza a más de uno. Bienvenidos, eso es lo que se llama "ser humanos". Pero, ¿acaso es necesario ir por la vida con una mirada de cabreo y con un insulto prendido en la boca a puntito de salir? A mí me parece una pérdida de tiempo.
El otro día me dio por pensar que las relaciones que mantenemos con los demás es como la construcción de una casa. Tú vas habitación por habitación pensando, decorando, midiendo milimétricamente, lo que quieres que haya en ella. Y así, queridos amigos navegantes, es como vamos creado una relación, poco a poco, con una inversión de capital enorme, pero que, al final, nos dará unos intereses considerables. Por ello, ahí va mi pequeña disección de las diferentes partes de una casa, de una relación, de una casa-relación, o simplemente de, ay que me pongo romántico, de un hogar que compartir con alguien.

1. El salón: Probablemente una de las partes en las que más tiempo se pasa. Puedes perderlo, puedes convertirlo en tu pequeño rincón para hacer lo que más te plazca. En solitario o acompañado. Y ahí está el quid de la cuestión. Una relación es como un salón en el que puedes retirarte a descansar en solitario o en compañía. Porque, ¿quién nos ha engañado para creer que una pareja es una simbiosis eterna entre dos personas? A mí, por ejemplo, me encanta que mi pareja tenga su propia vida, que pueda salir, entrar, que no le entren ideas paranoicas por quedar con sus amigos, que si quieres quedar con su familia se sienta libre de hacerlo. Porque en esta vida, ya hemos pasado tiempo solos, como para tener que obligar a alguien a que esté encadenado a ti como un perro lazarillo.

2. La cocina: Una de las partes más caras de la casa. Sólo por la cantidad de electrodomésticos, electricidad, pequeños utensilios con las que decorar un espacio, ya merece la pena hacer unas cuentas como dios manda. Sin olvidar que la comida no está precisamente barata, pero hay que alimentarse. Y es que, lo mismo que nosotros tenemos que comer a menudo para sobrevivir, una relación se nutre de los mismos parámetros. ¿Acaso no es necesario que una pareja se alimente poco a poco, sin agobios, sin gula? No hay nada peor que una pareja que se estanca, que no tiene metas, que no se mueve porque "estoy cómodo sin hacer nada".

3. El dormitorio: ¿Qué cama es la mejor? ¿Un colchón duro o uno blando? ¿Muelles o látex? ¿Cómo guardamos la ropa? ¿Y el calzado? Ese cuadro que siempre habías querido por fin lo tienes colgado, y entre las mesillas y unas lámparas que hagan bonito, ale, ya tenemos un dormitorio listo para darle un poco de vida. Y ahora pensaréis, "por fin, esto tiene que ver con el sexo, por fin algo de lo que realmente sabemos". Pues no queridos, no me refiero a esa parte de una vida parejil, esto no trata de eso. Lo que quiero decir con esto es que la intimidad es algo importante, que una pareja necesita una espacio común, de la misma forma que necesitaba un espacio privado. Que encontrar un momento para hacer cosas juntos, que ser 2 implica muchas labores, y una de ellas es tener claro que tienes a la otra persona, que está ahí, que no desaparece en el momento en el que algo va mal, y que sigue ahí también cuando tú eres feliz, porque, cosas de la vida que yo todavía no me explico (ironic), de eso se trata todo esto.

4. El baño: Nos lavamos, por regla general, una media de 2 o 3 veces al día. Partes o el cuerpo entero. Utilizamos infinidad de productos que nos proporcionan una higiene necesaria. Porque, por mucho que no nos demos cuenta, estamos expuestos a una barbaridad de contaminaciones a lo largo del día. Y de la misma forma que procuramos mantener unos hábitos en nosotros mismos, ¿por qué no mantenerlos en pareja?. La higiene emocional es tan importante en una pareja como cuando estamos solteros. Parece que nos olvidamos de que si antes podíamos hablar sobre los problemas que tenemos con amigos, familiares, desconocidos incluso, ahora también lo podemos hacer, y es más, con alguien que puede reconfortarnos. Porque la comunicación no está reñida con dejar de querer a alguien. Y porque, a veces, el silencio puede mucho peor que la mentira.

Cada persona vive en una casa diferente. Dependerá de los metros, las plantas, el dinero en su cuenta corriente, o las ganas que tenga de vivir por su cuenta sin miedo a las consecuencias. Todos hemos oído aquello de "a ver cuándo nos independizamos". Como si fuera tan fácil a veces ¿no?. Pero, ¿y qué pasa si no lo intentas? ¿Acaso tenemos tanto miedo a intentar vivir "con alguien"? ¿En serio nos han hecho tanto daño las historias que nos han contado? Puede ser efecto del tiempo, efecto de querer a alguien, o efecto de alguna droga que me han puesto en la bebida (bendito vodka), pero hace tiempo que en mi vida pesaron más mi felicidad que, como decía antes, las complicaciones creadas en mi cabeza. Porque, ¿para qué sirve la madeja de la que hablaba antes? Pues para darle vueltas como si fueras un gato buscando... buscando... buscando... pero no actuando.