lunes, 26 de julio de 2010

Situaciones (o como juntar las churras con las merinas)

Hay una máxima universal que todo el mundo conocemos, disfrazada de dicho popular: donde pongas la olla, no metas la polla. Y es que, a veces, queridos amigos virtuales, nos ponen un caramelo en los labios y, por mucho que sepamos que no nos conviene, que al final de pasar la lengua y sentir ese sabor dulce del principio, viene lo amargo y los retortijones de tripas (esto es como una gastroenteritis mal curada señores, se lo digo yo que de todo esto entiendo un poco), seguimos chupando como si nos fuera la vida en ello. Y es que de caras amargas cual limón chupado, todos sabemos un rato largo (o no tan largo, pero ¿a quién le importa la cantidad si de lo que se trata es de la calidad?). Y es que hay situaciones en las que el sexo está reñido con el saber llevar la situación y es que, aunque pensemos que podemos con ello, al final aquello acaba como el rosario de la aurora (uno que es muy sentido, qué se le va a hacer) y ya te puedes encomendar a cualquier santo que, y perdona que te lo diga, por mucho que intentes esconderlo, sólo hay una frase para describir tu situación: estás jodid@. Ahí van algunos ejemplos:

1. El trabajo es un placer sensual: Todos tenemos vicios algunos vicios. Fumar, el chocolate, las canciones tristes cuando nos han dejado. Ya sabéis, eso que dicen que es perjudicial, pero que aun así seguimos usando. Pues bien, mezclar el trabajo con el sexo, es otro de los errores que no debéis cometer. No es que me parezca mal, no es que crea que dos personas no se pueden gustar en el trabajo, y ni siquiera critico que suceda. Sólo digo que, si no queréis salir escaldados, si no queréis llevaros el trabajo a casa o la casa al trabajo, como queráis, procurad al menos hablarlo y dejar muy claro que límites no se pueden cruzar. La comunicación queridos, ya sabéis, eso que se hace entre dos personas, y que parece desgastaros tanto como la maratón de los cien metros lisos.

2. La familia, una obligación: Todos hemos tenido un tío, primo, o cualquier elemento en el núcleo de nuestra familia, que estaba buenísimo. Yo, sin ir más lejos, tengo un primo que ya me gustaría montarle el pan como lo hago con el aceite en las ensaladas. Pero eso no quiere decir que me vaya a liar con él (teniendo en cuenta que, el pobre, es hetero y de los de pura cepa). Si queréis enamoraros de alguien de la familia, estupendo, la decisión corre de vuestro lado, pero tendréis que saber que, al principio (y dios no lo quiera, al final también), os encontraréis con miradas de reojo y comentarios de todo tipo (pervertido es lo más fino que os pueden decir). Porque en la familia, como si fuera la casta italiana del Padrino, todo lo que sea diferente, es sinónimo de peligro.

3. Los mejores amigos del mundo mundial: Se nos plantean dos opciones. a) que la situación vaya tan rodada que al final sea una historia de amor perfecta (ya me entendéis, no perfecta en un sentido Disney sino en un sentido real, que hay que explicarlo todo) o b) que salgáis escaldados como si se hubiera intentado cocer al pulpo Pohl en agua hirviendo. Cuando una pareja de mejores amigos comienza su andadura como pareja sentimental, no hay matices intermedios. Porque o bien se convierten en amantes cómplices, o bien, cuando la relación se acabe, no podréis volver a atrás y empezar otra vez desde el principio.

4. Tú estás por encima, yo por debajo: Y no, felices de la vida, no me refiero a posturas sexuales. Ya sea en un empleo (volver al punto 1) o en una relación de jerarquías (profesores, psicólogo, médicos, y un largo etcétera) no sólo es poco ético por parte del profesional, sino que es un berenjenal de mucho cuidado. Nunca vais a estar en la misma posición, nunca será aquello de "es que somos iguales", pero no por nada, sino porque realmente no lo seréis nunca. Y es que, a no ser que se luche por ello, estas situaciones siempre acaban mal. Así que, en estos casos sólo hay una solución: que tú y tu figura de "poder" no tengáis ninguna relación profesional. Una vez cortado todo vínculo más allá de lo sentimental, id a por ello, mientras tanto, esperad a que Sanidad, Educación, o quien coño sea, pueda ofreceros otro profesional del que NO enamoraros

Dichas situaciones pueden resultar absurdas para algunos. En algunos casos todo ha salido bien, las parejas que se formaron pueden vivir para contarlo, y son felices. Pero no nos engañemos, éstos son la excepción. Soy un romántico, me encanta que triunfe el amor y bla bla bla, pero también sé cuando estoy acercando tantísimo la mano en el fuego que al final me voy a quemar. Así que si eres de los míos y te ves en alguno de estos problemas, mejor es que te fijes en el chulazo del bar al que, si la divina providencia lo desea, puedes acercarte y rozarte como una perra en celo, o apechugas con lo que te va a tocar vivir a partir de ahora con la mejor de la sonrisa. Si ya lo decía la Pantoja: dientes, dientes, que es lo que les jode.

sábado, 24 de julio de 2010

Cuernos (o el oscuro placer de rozar los techos)

Me gusta el sexo. Parece que a todos nos cuesta aceptar que alguien diga eso y se quede tan ancho. Pues sí, me encanta el sexo y es más, siempre que puedo lo practico (algo así como ser de una religión nueva y ser teórico y practicante a la vez). Pero que yo diga que me gusta el sexo no implica que, por ello, tenga que ser un desesperado que va cazando mariposas (cuando no moscones) por todas las calles, bares, restaurantes, pasillos, barras, y todo sitio donde pueda apoyarme, que encuentre por ahí. Es más, la mayoría de las veces (oh sí, os rechinarán las cuerdas vocales cuando lo leáis) no me apetece tener que aguantar el cuerpo de otra persona encima, o debajo, o al costado (cuanto daño a hecho el Circo del Sol, por dios).
Pero como he dicho antes que me gusta el sexo, que soy un practicante y que además teórico (¿la letra con sangre entra?) me propongo escribir una nueva trilogía sobre este tema. Esta primera parte trata sobre esas personas que no pueden tener su miembro guardadito en la bragueta ni tres segundos, teniendo más vida social que Lindsay Lohan, o convirtiendo sus ahorros en acciones para condones, juguetes eróticos, y demás utensilios. No me parece mal, todo lo que sea el disfrute y la innovación tiene su punto de morbo y de curiosidad que a mí (ahí va otra revelación personal) me pone cachondo. Pero, ¿qué sucede cuando esa persona tiene pareja y, aun así, va de cama en cama, probando las sábanas y los fluidos de otra persona? ¿Qué sucede en ese momento en el que te das cuenta de lo que pasa y te enfrentas a la situación y se lo planteas? Aquí van algunas de esas explicaciones tan sobrecogedoras que dan aquellos que, y como bien lo habíais imaginado, no tienen nada que explicar (ya se sabe que siempre habla quien más tiene que callar):

1. Cariño, no es lo que parece: Es un tópico, aparece en series de televisión, en películas, en novelas, pero por muy tópico que parezca, esto pasa en la realidad. Yo siempre me pregunto, ¿qué es aquello que no parece lo que es? ¿Acaso no estoy viendo con mis propios ojos que estás de rodillas con otra persona que no soy yo (a lo mejor es una versión mía de otra realidad alternativa, pero lo dudo) comiéndole la entrepierna mientras te agarra la cabeza para que sigas? ¿Acaso no estoy viendo como estás debajo de esa persona mientras rebuznáis de placer (que, por cierto, cariño, ese ruidito no lo haces conmigo)? Lo mejor en estos casos es no perder la compostura, plantarte como si hubiera aparecido tu superior, y mientras te giras dignamente (que pena no tener una melena en esas ocasiones), pensar que si aquel burro ha estado meneando la cola con otros, tú puedes encontrar a alguien que quiera hacerlo SÓLO contigo.

2. Es que no puedo evitarlo: Me encanta la gente que le echa la culpa al instinto. Como si yo tuviera que aceptar que eres más perro que persona. Los animales no pueden evitarlo, ellos son puro instinto: ven algo que les gusta, lo huelen, y después, les ves retozando alegremente. En cambio tú, querido amaestrador de perros, no tienes la voluntad suficiente para tener la bragueta subida y encima esa explicación me tiene que convencer. ¿Y qué se hace con estos individuos? La castración química no es una buena idea (se acaba la erección, pero no el deseo), coger una tijeras y hacerte un trajecito (pequeño, muuuuy pequeño) con lo que le cuelga no está bien visto (es lo que tiene haber visto El silencio de los corderos, luego te tienes que ver con el FBI persiguiéndote y chico, a ti no sé, pero a mí no me apetece que Jodie Foster ande pistola en mano). Lo mejor es mirarle a los ojos, acercarte suavemente y decirle: "Cariño, vete a la mierda, perdóname pero es que... no he podido evitar decírtelo".

3. Si me hubieras querido un poco más, no lo hubiera hecho: Esto de echar la culpa a los demás está muy visto querido. Si de verdad te hubiera querido un poco más, si te hubiera hecho más caso, si hubiera estado pendiente de ti las 24 horas del día, si te hubiera estado controlando hasta cuando ibas al baño, lo siento pero... lo hubieras hecho igual y además, yo hubiera caído en el síndrome del padre protector, y por ahí si que no paso.

4. Es que me apetecía probar cosas nuevas: Ah, perdona, que resulta que tú y yo, que compartimos una cama, que compartimos un sofá, que compartimos una mesa donde comemos, que compartimos viajes y hoteles, no podemos hacer cosas nuevas. Es más, ahora resulta que tú, que siempre te has vanagloriado de decirme que eras una persona "clara y directa" (te lo digo desde ya, cuando alguien dice, por activa y por pasiva, que es claro y directo, en realidad es todo lo contrario), no has tenido la oportunidad nunca de decirme "oye, me apetece hacer esto, ¿lo probamos?". Si quieres algo, vas a por ello y lo realizas. Así que no me vengas ahora con cuentos de que te daba vergüenza planteártelo. Lo peor en estos casos es que, el susodicho, cuando te está diciendo esto, REALMENTE SE LO CREE.

5. No sé por qué lo he hecho: Pues yo te lo voy a decir. Te has conectado a una página de contactos, has puesto en tu perfil que buscabas sexo, has mandado y te han enviado algún que otro mensaje, has visto la foto del que más te gustaba y le has contestado que dónde y a qué hora quedábais. Lo demás, me lo tendrás que explicar tú, pero no des demasiados detalles porque, perdona si resulto ser un poco especial, pero no me gusta saber cómo mi pareja ha estado en la cama con otro y encima, que esto es lo peor, se lo ha pasado mejor que cuando está contigo. Acepto que no sepas el teorema de Pitágoras, acepto que no sepas la tabla periódica de los símbolos químicos, acepto, no sé, que no sepas si te apetece un café con leche o un café solo, pero lo que no acepto es que me digas que te has acostado con otro sin saber la razón, porque mira, yo ahora mismo podría tirarte por la ventana, y cuando me preguntaran por qué lo hice, decir: "no sé por qué lo he hecho", ¿a que no te gustaría?

El sexo está muy bien. Se puede practicar de muchas maneras, y hay parejas de todo tipo que pueden aceptar que las dos partes se acuesten con otras, y me parece incluso sano si las dos personas están de mutuo acuerdo. Pero cuando uno levanta la bandera de la monogamia como si fuera el mantra de su discurso, me parece una falta de respeto en toda regla. Si quieres follar con todo lo que se menea, estupendo, pero no me hagas ver que me quieres mucho. Piensa un poco, y si después de todo ese ejercicio al que no estás acostumbrado, te das cuenta de que no te quieres ni a ti mismo para hacer ese sacrificio, no me vendas motos que nadie quiere vender. Porque para ir vender chatarra, puedo ir a cualquier desguace.

miércoles, 21 de julio de 2010

Rebajas (o cómo pagar el doble por algo a mitad de precio)

Siempre he soñado con que hubiera una tienda donde poder comprar al hombre perfecto. ¿Quién no ha imaginado cuando era pequeño (ja! y no tan pequeños querid@s que todos nos conocemos) cómo sería la pareja ideal, aquella de la que nos enamoraríamos al primer instante y del que caeríamos rendido cual manzana afectada por la ley de la gravedad (maldita ley de la gravedad, gracias Newton)? Pero como ya os habéis podido dar cuenta, y si no ya estoy yo aquí para ofreceos la noticia bomba de la semana: EL HOMBRE IDEAL NO EXISTE, SOLO ESTA EN NUESTRA IMAGINACION. Y no me vengáis con que a un amigo, de una amiga, que a la vez tiene otra amiga, que conoció a una amiga que le contó que otra amiga encontró al novio ideal, que es perfecto, y que es muy feliz, porque seguramente esa persona esté rodeada de gatos, comiéndose un helado tamaño gigante (cuando no se esté comiendo los mocos), y engordando como si pretendiera ser la nueva Bridget Jones en formato reality show. Siempre me hubiera gustado ver un reality de ese estilo, donde se presentara a una persona que ha sido dejada y pudiéramos observar lo patético que resulta despertarte una mañana y darte cuenta de que, la persona que había estado contigo no sólo ya no quiere estar contigo, sino que prefiere no estar contigo.

Anyway, lo que vengo a decir con todo esto no es otra cosa que despertemos. Nadie nos va a regalar nada, ni siquiera esas frases que nos imaginamos por las películas, porque, para eso son películas, imaginación, no sé, fantasía ¿maybe?. De todas formas, como viene siendo habitual, y cerrando la trilogía que empecé con este blog, sobre las frases que alguna vez nos han dicho en nuestra vida, aquí aparecen algunas de las perlas más insospechadas que pueden decirse, cuando lo que de verdad se pide es que se permanezca callado:

1. Te quiero, pero...: Alto, rebobinemos. El principio de la frase es perfecto, un "te quiero" con su verbo, su pronombre, no sé, una frase bien construida. Lo que viene siendo utilizar una frase con su forma gramatical correcta (bien bien bien). Pero, ¿que pasa con la segunda parte? Aquí hay algo que falla. Si me quieres, ¿qué narices haces introduciendo un "pero"? ¿No se supone que me quieres y punto? Pues no amigos no, hay gente que te quiere mucho, que lo da todo por ti, a la que le pareces una persona nacida en otro planeta y que eres fuera de lo común (palabras textuales), pero que luego te dice que a pesar de todo esto, de todas esas palabras que te habían dicho hacía cinco minutos (cuando no segundos) te dicen que "no sienten la chispa que tienen que sentir". Y es que esto parece que va de ser electricista, válgame el cielo, y yo pensando durante todo este tiempo que de lo que iba esto era simplemente de conocer a esa persona y estar a gusto con ella (tonto de mí, qué cosas). Cuando alguien os diga ese "pero" paradle en seco y, al más puro estilo Bette Davis decidle "si yo soy tu pero, tú serás mi menos".

2. Me agobian tus mensajes: Perdóname si te digo que me encanta estar contigo, perdóname si resulta que me apetece mandarte un mensaje diciéndote que quiero quedar contigo, perdóname si te digo que te echo de menos después de una semana sin vernos, perdóname si te digo si te apetece ir al cine, perdóname si... ¡eh, espera! No tengo que pedirte perdón por nada, porque si las palabras de cariño tienen que estar racionadas, es que yo no vivo en este mundo, si no en la dimensión paralela donde se pierden todos los mecheros (y seguro que lo pasaría mejor, porque el humo me impediría ver cómo me dices esas tonterías). Hay gente que se agobia con un mensaje de texto, sí, que cuando oye el sonido de su móvil y ve que es tu nombre el que se refleja en los mensajes, se echa a temblar. Si esto es así, probad a no mandarle ningún mensaje, probad a estar unos cuantos días atendiendo únicamente a vuestra vida y descubriréis dos cosas: a) que os lo pasáis de puta madre (tacos no tacos no tacos no) y b) que será él quien os mande un mensaje preguntándoos que os pasa (pero tendréis la inteligencia suficiente para poder responderle "ya nada, adios").

3. Me cuesta contar mis problemas: Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. A mí también me cuesta contar ciertos problemas, porque a mí también me gusta a veces estar recluido en mi casa, pensando en mis cosas, y no hablando con nadie. Todos necesitamos un espacio de soledad. Pero, queridos, os diré una cosa: una cosa es tener un "momento" de soledad, y otro estar días sin dar señales de vida y cuando te preguntan si te pasa algo decir: "no, a mí nada ¿por qué lo dices?" (siempre con cara de sorpresa, lo de la comunicación verbal es muy importante en estos casos). Y todavía se puede hasta entender esa actitud, pero por lo que ya no paso, y tú tampoco deberías pasar si estás leyendo esto y te ves reflejad@, es que encima me explote en la cara toda la porquería (uno que es muy fino al hablar, ya veis) que llevas acumulando durante todos los días. Porque si te pregunto si te pasa algo, no es por hacer una labor de psicólogo gratuito (que las cosas están mu malas en la economía), sino por, y atención que os voy a descubrir un secreto que nunca se había revelado antes, ME PREOCUPO POR TI!. Y si yo me voy a convertir en tu saco para los puños, querido, para eso me lío con el potro de Vallecas, que al menos él ha sido boxeador profesional.

4. Tengo miedo a las relaciones: Anda, pues bienvenido al club. Ven, siéntate aquí que te voy a dar una lección de psicología básica: el ser humano tiene dos sistemas básicos para hacer frente a los problemas; el primero atacar, echarse para adelante e intentar encontrar la solución más factible para su supervivencia; el segundo, la huida, es decir correr en sentido contrario o meter la cabeza en la tierra como las avestruces (que, me temo, y aquí sí que estoy haciendo de psicólogo gratuito, uno que sabe lo que cuesta conseguir el dinero a fin de mes, es lo que llevas haciendo durante tu extensa vida relacional). Si os encontráis con alguien así, sólo podéis hacer dos cosas: o esperar a que el cervatillo salga de su madriguera y diga "oye, pues no se está tan mal aquí fuera" o dejarle que corra y cuando ya esté a kilómetros de distancia, mandarle un mensaje a su teléfono móvil diciéndole algo así como "si te encuentras con otra avestruz por el camino, apareaos".

5. Deberíamos darnos un tiempo: Y ahora es cuando las alarmas saltan, y todos tenemos que huir de donde estemos escondidos. El tiempo está muy bien, nos permite hacer muchas cosas durante toda una vida. Pero, ¿sabéis qué es lo que no podemos hacer? Perderlo. Si él quiere darse un tiempo, estupendo, que se lo dé. Dejadle a sus anchas, que vaya, que venga, que salga por ahí a pasear sus espolones, que se divierta, que lo pase estupendamente con sus amigos o sin ellos. ¿Y sabéis por qué os digo todo esto? Porque vosotr@s podéis hacer lo mismo. ¿No es maravilloso?.

Las relaciones siempre han sido difíciles. Siempre que haya dos personas incluidas en un contexto, siempre habrá algún punto de conflicto. Pero creo que nos han metido tan en la cabeza el rollo de la pareja, que al final aceptamos cualquier cosa con tal de estar con alguien. No soy un experto, pero lo que sí puedo decir es que cuando piensas en la cantidad de lastres que te quitas por el camino, al final acabas sintiéndote tan aliviado, que sortear obstáculos al final tiene su premio. Si os ha servido de algo esta trilogía sobre frases para la historia, me alegro. Si os habéis reído acordandoos de lo que os pasó y no os volverá a pasar, enhorabuena, habéis aprendido mucho. Y si lo que queréis es quemarme en la hoguera porque sabéis que alguno de estos individuos sois vosotros, lo siento, pero las reglas de internet es lo que tienen: que todo el mundo puede hablar de los demás.

martes, 20 de julio de 2010

Frases (o cómo las palabras se convierten en pesadilla)

Parece que los gays hemos querido diferenciarnos. No sé, será que acostarnos con hombres nos da un status diferente, o que nos eleva a un pedestal imaginario o algo así. Anyway, durante muchos años, yo he tenido que escuchar que si la diferencia es nuestra marca de la casa, que si no nos podemos comparar con los heteros, que si por ser gay tienes que ser un moderno redomado y muchas otras tonterías. A todo aquel que, en algún momento de su vida, me ha dicho todo esto, siempre le he puesto el mismo ejemplo, para demostrar que no somos tan distintos; que, al igual que todo el mundo (sí hijo sí, todo el mundo, desde el este hasta el oeste, pasando por el norte y sur, ése todo el mundo) tenemos una frases comodines, que cada vez que alguien las escuche debe echarse a temblar o, en el mejor de los casos, abrir los ojos como platos de la sorpresa. Aquí van algunos ejemplos ilustrativos:

1. Yo soy discreto: Tú lo que eres es una persona que no se acepta a sí mismo. Así, tal cual. Porque cuando escuchas esto puedes pensar que es que no le gusta mostrar afecto en público, que esa persona es pudorosa de por sí, o que, válgame el cielo, es muy tímido. Pero no, queridos, no, lo que esa persona nos está diciendo con esa frase es que ya te puedes ir despidiendo de decirle un "te quiero" al oído si hay gente alrededor, que no podrás darle un beso, al más puro estilo Meg Ryan (todos los tenemos, así que no me vengáis con que vosotros sois los más machos del universo), mientras esperáis a que se ponga en verde el semáforo. Y si lo hacéis, si osáis intentarlo, os encontraréis con una reacción en cadena que pasa por miraros raro al principio, para después soltaros una bronca de tres pares de narices, quedándoos esperando a que el semáforo se ponga en verde o que se ponga en rojo para poder empujarle cuando pase un coche.

2. Me gustaría probar: A este tipo de personas les llamo los científicos, porque siempre, y cuando digo siempre es siempre, te disfrazan el rollo de probar (como si fuéramos una investigación científica secreta) el sexo con chicos, como si ellos no tuvieran más que claro lo que les gusta. Cuidado, poned las antenas bien alerta porque si caéis en las redes os encontraréis con, probablemente, buen sexo sí, pero después tendréis que aguantar que os digan "yo esto es la primera vez que lo hago ¿eh? no te vayas a pensar que yo soy maricón". No hijo no, si tú no eres maricón yo entonces soy la madre Teresa de Calcuta y lo que yo acabo de hacer es un milagro en toda regla. Lo dicho, huir mientras te queden fuerzas (y sangre en el cerebro).

3. Tenemos que hablar: Atención, atención, atención. Tanto si te mandan un mensaje con este texto, como si te lo dicen por teléfono, o como si te lo dicen cuando os sentáis en una mesa a tomar un café, echaos a temblar. Porque cuando alguien dice "tenemos que hablar" no es para decirte que está muy feliz de haber empezado algo contigo, ni siquiera que tiene pensado un viaje romántico a alguna ciudad exótica (ay, pequeños incautos), lo que esa persona te va a decir no te va a gustar ni un pelo, y por mucho que te intentes convencer de lo contrario, lo más seguro es que esa persona te quiera decir que ya no quiere seguir contigo, dándote explicaciones de lo más variopintas, que pasan desde la sinceridad más absoluta (ya no te quiero) a lo absurdo propio de una película de humor bizarro (es que... estoy agobiado).

4. No eres tú soy yo: De acuerdo, en esto puedo estar de acuerdo. Muchas veces, nos pasamos tanto tiempo de nuestra vida sin pensar en lo que hacemos, que cuando te viene un momento de debilidad te das cuenta de que has estado haciendo el gilipollas. De acuerdo, sí, todo eso me lo creo, y es más yo también lo he dicho. Pero, ¿si eres tú y no soy yo, por qué después me vienes diciendo que no te gusta que haga ciertas cosas, que no te gusta como soy, o que no te gusta como miro la televisión cuando estamos tumbados en el sofá? Si resulta que eres TÚ y no YO, ¿para qué narices necesitas echarme tierra a mí encima? Porque amigo, si eres TÚ y no YO, el tema está muy claro, eres tú el que tiene el problema, no yo.

5. ¿Me quieres?: Seamos claros y concisos. ¿Realmente quieres estar con alguien que te pregunta eso?. Si hacemos nosotros esa pregunta, sólo estamos dando a entender que estamos tan inseguros que no creemos que la otra persona nos quiera, luego ¿qué estoy haciendo con esa persona?. Si recibimos la pregunta, la siguiente pregunta que nos hacemos es ¿si no crees que te quiera, qué haces conmigo? Yo prefiero las frases afirmativas a las interrogativas, y si algo he aprendido en esta vida es a decir lo que siento, no a esperar que la otra persona me lo diga. Así que si esperas que te diga que "te quiero" vas apañado, porque lo diré cuando me salga, no cuando tú lo necesites.

6. Es que me me agobio con facilidad: Claro, que ahora resulta que tú tienes la exclusividad del agobio querido. Que yo no estoy agobiado después de haber empezado una relación, sin saber muy bien dónde tengo que pisar, y cuando no te conozco lo suficiente para poder decir que eres mi novio (o algo parecido). A la gente que se agobia con facilidad le daría yo un tranquimazin por vía intravenosa. Porque si llevando un mes de relación (o eso) ya se agobian, ¿qué se puede esperar cuando lleves cinco años? Por lo pronto, encontrarte un día los armarios vacíos porque se ha dado cuenta de que le interesa más el vecino del quinto (que sólo quiere sexo y nada de compromiso) a ti que quieres formar un "algo" (llamadlo X) en común.

Así que, seguidores (o no) de este blog, ya lo sabéis, si encontráis a alguien que os dice alguna de estas frases, y que después utiliza como conclusión un "pero podemos seguir siendo amigos", salid corriendo, poned tierra de por medio, y dejad bien claro que, si él no espera ya nada, vosotros nunca lo habíais esperado.

domingo, 18 de julio de 2010

Perfiles (o como escribir aller con faltas de ortografía)

Me llamo Sergio Sancor, y me encantan los perfiles. Lo reconozco. Me encanta navegar por la red, ver fotos de gente que no conozco, que con muy pocas preguntas puedas saber un poco de la vida de los demás y que puedas enviar un mensaje a alguien desconocido, mientras esperas para ver qué te contesta. Me encantan los perfiles sí, pero eso no quiere decir que no pueda ser crítico. Porque últimamente ha empezado a crearse una nueva especie de hombres (yo es lo que busco, si alguien tiene un estudio de campo más ampliado, que me lo haga llegar) que no es que da miedo, es que parecen salido de una película de Nacho Vidal (con diálogos por supuesto). Si no quieres caer en un círculo vicioso, aquí hay algunas enumeración:

1. Busco amistad y lo que surja: Seamos sensatos queridos, tú lo que buscas es un polvo como todos alguna vez, sólo que tienes tanto miedo de poner la palabra que empieza por "s" que lo disfrazas de amistad. Claro, ahora resulta que para ser amigos tienes que ser activo, tener una media de 19 cm en la entrepierna , ser guapo (cómo si no ibas a ser amigo mío, válgame el cielo, qué cosas más raras pienso), y delgado (lo de los amigos delgados nunca lo he entendido lo suficiente, ¿el nivel de amistad va por kilos, o por gramos, o por la reacción de las lorzas al desaparramarse por la cama? Que alguien me lo explique).

2. Busco novio o una relación seria: A ver, no digo yo que no se pueda encontrar un novio por la red, yo lo he conseguido en más de una ocasión, y hasta han sido relaciones duraderas, pero sinceramente, si alguien pretende formar sólo una relación basándose en lo que ve en un perfil, va apañado. Están los que empiezan a hablar y hasta que no ven tu foto no deciden si se enamoran o no; luego los que con sólo decirles "hola" ya te dicen que eres el hombre de su vida; y luego los que cuando ponen que buscan relación, no especifican que lo que quieren es una relación de 30 minutos (en el mejor de los casos), para disfrutar un rato entre sábanas (bien sean de algodón, de franela o de seda, aunque los últimos escasean). Si quieres buscar una relación, cúrratelo, y no eres que las palabras escritas en un teclado sirvan para conocer a una persona, porque ya se sabe lo que dicen amigo: que las palabras se las lleva el viento.

3. Me vendo en internet: Que internet es un escaparate todos lo sabemos. No es nada nuevo. Pero es que algunos se creen que estamos en las rebajas y que los saldos tienen que estar siempre presentes. Están los que, a la mínima de cambio, te enseñan el rabo (siempre en erección, gracias); los que te mandan archivos .doc con sus tarifas (mamada son 50, completo con 100, master del universo: incalculable); los que te piden paja y dan su número de móvil en el perfil (ays, pobres telefonistas que escuchen la conversación); los románticos que te dicen, es que quiero que me veas desnudo, no sé, me hace ilusión (ay pobrecito, éste todavía no ha salido de su cueva); y los que se venden a bombo y platillo, los que casi te dan hasta el número de D.N.I, pero eso sí, luego te piden discreción porque no han salido todavía del armario (amigo mío, siento decírtelo, todo el mundo sabe que eres gay, el único que parece no saberlo eres tú).

4. Soy joven pero tengo más rodada que un actor porno: Siempre he pensado que la educación sexual es algo obligatorio, ya sabéis: siempre condón, nunca a pelo, hacerse pruebas rutinarias para prevenir, no sé, lo que viene siendo tener sentido común (sí sí, lo sé, el sentido común es el menos común de los sentidos, pero qué queréis, uno no pierde la esperanza). Pero últimamente esto de los perfiles te dan ganas de coger a todos los que te encuentras y sentarles en en frente de la pizarra y darles clases de nuevo. Desde los que te piden directamente sexo a pelo (porque piensan que lo de la "marcha atrás" todavía se lleva) a los que cuando estás en su casa, cuando llevas pasando una tarde tomando un café y empiezas a pensar que si habías ido allí para follar ya te puedes ir olvidando, y luego te saltan con que a ellos les gusta a pelo, que si no no sienten lo mismo y que si no te importa (con el portazo de puerta de huida que ocasiona claro, porque chicos, yo tampoco siento lo mismo con condón, pero a saber por lo que ha pasado vuestra entrepierna). Hay todo un mundo por descubrir en este sentido, porque yo sabía que gente inconsciente había en todas partes, pero no sabía que tanta.

5. Escribo con faltas de ortografía y estoy orgulloso: No soy Cervantes, ni siquiera tengo acciones en la Real Academia de la Lengua Española, pero si hay algo que me daña a la vista son las faltas de ortografía. A nadie nos cuesta nada escribir bien, no sé, para algo nos dieron una enseñanza básica (aunque fuera muy básica). Y es que están los que el "haber" y el "a ver" no lo han conocido nunca, para ellos tanto lo que quieren ver como lo que tienen que haber hecho es lo mismo; luego están los que, como me pasó recientemente, tienen una resaca espantosa porque "aller" estuvieron de fiesta; o incluso los que quieren "conozer" a otra persona (pues como les conozcas así, de antemano te digo yo que lo único que vas a poder decir es que era moreno y con los ojos marrones, poco más). Pero lo mejor es cuando les corriges (tengo síndrome de profesor de Lengua y Literatura, otra cosa más para que mi psicólogo se forre a mi costa), cuando les explicas que eso no se escribe así, se ponen como los orangutanes en celo, diciéndote que si te crees muy listo, o los que te dicen que se han equivocado, pero que no estaban mirando al teclado a la hora de escribir (qué raro, fíjate que yo pensaba que eso es lo que se hacía para poder escribir, de verdad que pienso cosas raras ¿verdad?).

Soy Sergio Sancor y soy adicto a los perfiles. Eso ya lo he dicho. Pero hay otra cosa a la que soy más adicto todavía: la inteligencia.