martes, 5 de octubre de 2010

Generaciones (o con quien con niño se acuesta...)

He estado de vacaciones. Y como siempre que uno se va de vacaciones, conoce gente, se mueve por calles que no son las suyas, y se pierde. Sí, porque yo me he perdido más de una vez, con todo lo que eso conlleva (una pena no llevar GPS o alguien que te sujete el mapa y te diga "por aquí querido"). Y quién me iba a decir a mí que, cuando ya pensaba que lo había visto todo, cuando pensé que no iba a poder hacer más actualizaciones en este blog (me dijeron que era una cuestión de inspiración, pero qué queréis que os diga yo creo que es que he cansado tan harto de hablar de los hombres, que, al final necesitaba una cura de desintoxicación al más puro estilo grupo de Anónimos con letrerito negro en los ojos). Lo dicho, que el melodrama me pierde. El caso es que andando por todos los sitios de los que he sido capaz, me he encontrado con historias que, qué queréis que os diga, a mí me harían saltar desde un puente, pensando en todo momento que cuando me despertara iba a aparecer en una realidad paralela donde la gente sea sensata y por lo menos con un poquito de cabeza (el apelativo "sensata" está taaaaan sobrevalorado amigos). Así que aquí me voy a dedicar a relatar esas historias, de una forma sencilla tranquilos, que sé que a vosotros lo de leer fotonovelas no, vosotros sois más de Anatomía de grey, que es un Melrose Place en un hospital de los de la antigua hornada (y uno que es fan se sabe hasta los diálogos, imaginaos que a veces no sé si estoy saliendo con Derek Sheperd o con Mark Sloan, no sé por cuál decantarme):

1. Te quiero tanto que no puedo respirar: Este cuento empieza un jueves y acaba un lunes. Empieza con una cita mediandamente bien planteada, con sus sorpresas inesperadas, con una comida entre dos (con platos, mal pensados), y algún que otro café y conversación, mucha conversación. Días después, una de las dos partes se da cuenta de que no quiere tener nada con esa persona más allá de más charlas como las que tuvieron aquel día. Y el lunes hace acto de presencia: hablan claro (o todo lo claro que se lo permiten) y el "dejado" se pone echo una furia, un verdadero basilisco en versión Scarlett Ohara (ante todo la divinidad ya sabéis). Pasan tres días, tres simples días, y cual es la sorpresa de la persona que ha tenido que soportar (con todas sus letras queridos, que tener que escuchar ciertas cosas después de haberte visto dos días con una persona son de un bizarrismo que ni La Parada de los Monstruos) los berrinches de niño pequeño, se entera (casualidades del Facebook) que su amante despechado está con otra persona. Y es que ya lo dice el dicho: a rey muerto, rey puesto queridos. Y yo, con estos pelos.

2. Si no me escuchas es que algo escondes: A veces la vida nos enseña cosas pequeñas. Mientras me contaban esta historia, con su inicio, nudo y desenlace, yo iba pensando que el final estaba claro desde el principio, pero qué queréis que os diga, que levante la mano quien no ha protagonizado su propia versión de "no hay más ciego que quien no quiere ver". Dos personas se conocen, lo normal, no sé, que si te doy un beso, que si me agarras la mano en una discoteca llena de luces y ruido, lo típico vamos. Pasan los días y empiezan a quedar, pero siempre hay una tónica habitual en esas conversaciones a la hora del café (o el té inglés, o lo que vosotros queráis cosmopolitas del savoir faire: uno de ellos siempre tiene puesto un casco en la oreja, escuchando la música que aquella vez escuchaban en la discoteca. Y si eso lo extrapolamos a todo lo demás, nos encontramos con conversaciones por internet del estilo "ahora hablamos, espera cinco minutos", "oye, que estoy ocupado", "ahora te llamo"... y un sin fin de frases hechas. Y cuál es mi sorpresa cuando, suponiéndose que la persona que me lo contaba tendría que haber mandado a la mierda al otro, no fue así. No no, cuando me lo contaba todavía le echaba de menos y le excusaba. Y como uno no puede soportar ver ciertas actitudes, me levanté de la silla y fui a por mi otra historia, algo así como si fuera una cita de 7 minutos, bye bye.

3. Eres el superviviente de una especie en extinción: Nos gusta que nos regales el oído de vez en cuando. Y si me decís que no, mentís. Es así. Pero, ¿realmente hay necesidad de unir artículos con sustantivos para crear una frase que no os creéis ni vosotros? Llamadme pragmático pero, si se supone que no queréis nada con esa persona, ¿por qué se lo dulcificáis? Entiendo que sea difícil, que cueste una tonelada ponerte en frente de esa persona y decirle "ahí te quedas", pero chicos chicos chicos, aysss qué voy a hacer con vosotros. La última de las historias trata de cartas que se reciben en mano, como si estuviéramos en la era victoriana y los dos protagonistas fueran los personajes de una novela de Jane Austen. Uno entrega la carta, el otro la abre, y empieza a leer una declaración de amor de lo más arrebatada, como si fuera una carta de una persona enferma que se está despidiendo de uno, de tanto que quiere a la otra persona y no puede vivir sin ella. El concepto es el siguiente. Al día siguiente, se funden en un abrazo, hacen algunas compras insustanciales, qué sé yo, lo que su suele hacer en pareja. Se sientan en un banco, y cuando el receptor va a decir "yo también te quiero mucho" la otra persona le dice "lo quiero dejar". ¿Perdon? Esto, ¿perdona? Me he perdido una parte de la historia, yo creo. No no, espera, estoy haciendo un resumen y no ha pasado tanto tiempo para que haya pasado algo. La otra persona se levanta del banco y le deja al otro con una cara de tonto de remate al que sólo le falta el capirote de burro para que se rían de él en toda la clase. Afortunadamente, esta persona no seguía exculpándole, simplemente le describía como lo que era: un cobarde.

Así que a ti, avezado gay en busca del amor perdido (qué referencia a Proust eh, muak muak muaks a mi mismo), si pretendes entender muchas veces al género masculino, sólo te diré una vez: estás jodido. Muchas veces tienes que enfrentarte a persecuciones al más puro estilo Con la Muerte en los Talones con un esquizofrenico detrás intentando ahogarte con sus abrazos de serpiente; otras puede que tengas que hacer un acto de contrición para no arrancarle el pescuezo al que se cree un gallo de corral, pero si de algo estoy convencido es de que al final, siempre quedamos nosotros para poder decirles algo como muy melodramático, que siempre queda bien, o tirar del manual de frases que, hoy en día, el Facebook siempre nos aporta. Que vivan las frases despechadas!