lunes, 14 de noviembre de 2011

Parejas (o el complejo de la dinamita)

¿Cuanto dura una pareja? Esta es una de las preguntas que nos solemos hacer. Que si me querrá toda la vida, que si soy su media naranja, que si tendré niños con el/ella. Yo qué sé, esas preguntas que nos hacemos para pensar en el futuro y no en el presente. Porque sí queridos amigos, nosotros somos así. Nos preocupamos de lo que pasará, y no de lo que está pasando. Y es que, ¿acaso tenemos complejo de videntes? ¿Será que tenemos tan metido en la cabeza aquello de "y fueron felices..." que no nos paramos a pensar en que no tiene que ser "fueron" sino "son? 
Pero, a lo que iba. ¿Cuánto puede durar una pareja? Años, meses, semanas, días, minutos. Un sin fin de oportunidades se abren paso en nuestro camino. Y nosotros, como somos así de inteligentes (recochineo mode ON), cuando no funciona, nos aferramos a ese "si es que ya sabía yo que esto no iba a durar mucho", como si nuestra madre nos estuviera diciendo al oído aquello de "si es que ya te lo dije yo cariño, que del amor no se come, que no se come". Hace tiempo que vengo pensando en esto, y después de numerosas conversaciones, me he propuesto hacer una pequeña lista (no pormenorizada) de las explicaciones, argumentaciones, opiniones, y demás, que han pronunciado gente que, como no podía ser de otra manera, pensaba que como lo suyo estaba destinado a fracasar de antemano, no pensaron que era mejor no meterse en camisas de once varas, y prefirieron meterse de lleno en algo que, realmente, no les hacía feliz. Allá vamos. 

1. Es que es tan mono, que es normal que no funcionara: ¿Cuánto se tarda en darse cuenta de que tu pareja es muy guapo? Dos segundos. Tú le ves, te pone más salido que el pico de una plancha, y ya está el lío formado. ¿O qué os creíais? ¿Que esto de la belleza era una cuestión de tiempo y proceso de maquillado? Pero, lo mejor de todo es que, aunque no os lo creáis, cuando alguien es guapo, cuando alguien se fija en vosotros, cuando alguien que está bueno buenísimo, que se fija en vosotros, y vosotros en él, no se trata porque quiera sacar algo de vosotros y después, si te he visto no te acuerdo. ES PORQUE REALMENTE LE GUSTÁIS. Y aunque no os lo creáis, cuando os comportáis como si estuvierais pendientes de un hilo, porque pensáis que os lo van a robar, que vuestra pareja es como un gran caramelo que todo el mundo quiere chupar (sic), ¿de verdad os sorprende que esa persona termine hasta los mismísimos de vuestros celos? Si os gusta alguien, perfecto; si os gusta alguien que os parece una belleza más propia del Renacimiento que del Siglo XXI, también perfecto; pero que lo queráis guardar en un museo como si fuera una estatua, no sólo no es perfecto, sino que, además, sólo conseguiréis una cosa: que huya como si hubiera visto al mismísimo demonio. 

2. Es que, ¿qué pasa si no le gusto?: Lo que pasa es... NADA. Realmente, cuando estamos en pareja, es porque estamos a gusto, porque la persona que tenemos al lado nos aporta ese "algo" que no sabemos describir con detalles: tranquilidad, pasión, conocimiento, conversación. O un conjunto de todas las cosas que os podáis imaginar. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando eso se acaba? Pues me temo que, como todo hijo de vecino, cuando nos han dejado, nos queda cerrar los ojos, respirar profundamente, y seguir caminando. Porque, decidme, ¿acaso necesitamos tener a alguien al lado para seguir viviendo? El truco está en avanzar junto a alguien, si es el caso, no retroceder. 

3. Es que no me escuchaba: Siempre he pensado que la comunicación en una pareja es importante. Yo, sin ir más lejos, hablo con mi pareja, nos contamos cosas, el día a día: lo que nos preocupa, lo que nos alegra, e incluso lo que podemos o queremos hacer en un momento determinado. Pero, en este caso, ¿has probado a decírselo? ¿has intentado hablar con él sobre lo que te pasa? ¿has sentado a tu pareja y le has dicho "quiero hablar contigo de una cosa"? En la mayoría de los casos, cuando escucho "es que no me escuchaba, por eso lo hemos dejado", siempre me hecho a temblar. Porque con todo lo racionales que llegamos a ser, con todas las explicaciones que nos creamos en nuestra mente para darnos razones a la hora de dejar algo, muchas veces no somos ni siquiera capaces de empezar una frase con una interrogación, convirtiendo todo en frases afirmativas. Y no hay nada más peligroso que una frase exclamativa cuando lo que tuviera que haber es una duda. 

Durar, no sé. Lo que sí sé, es que, cuanto más nos proponemos pensar en lo que sucederá de aquí a unos años, más nos dinamitamos nosotros mismos. Pregunto, ¿por qué pensar en si "será el hombre de nuestra vida", cuando es mejor pensar que es "el hombre de nuestro día a día"? Las relaciones son como un camino, a veces tienes un atajo que te permite llegar a un lugar, pero a veces, cosas de la vida, el suelo es tan sumamente escarpado, que tienes casi que coger un piolet y armarte de paciencia. En todos los casos, lo mejor, es aceptar la situación y seguir adelante. Porque, ¿quién te dice a ti, querido, querida, cariño, bonito/a, que los días que sumes con esa persona, no se convertirán en toda una vida? 

domingo, 23 de octubre de 2011

Columpios (o ser un surrealista virtual)

Señoras, señores, me doy por enterado. Las relaciones son complicadas. Sí, sí, como lo oyen. Si hasta Facebook tiene una pestañita (muy mona ella) para poner que tu estado es "tengo una relación complicada" oigan. Todo un mundo de posibilidades se abre a nuestro paso. Y es que, si Facebook lo dice, parece que todos tenemos que hacerle caso, o, en su defecto, crear nuevas formas de relacionarnos porque, válgame el cielo, no podemos ser felices con lo que tenemos. Pase que lo de las relaciones complicadas siempre ha sido un plato en el que rebañar desde que nos hicimos mayores, pero... ¿de verdad esto de las redes sociales nos ha licuado el cerebro? ¿Dónde ha quedado la comunicación? ¿El entendimiento? Esto... no sé, ¿el sentido común?
A mí me gustan las palabras, de hecho, si escribo este blog es en parte por eso mismo. Porque me encanta el lenguaje, escribirlo y hablarlo. Pero lo que no he llegado a entender nunca es ese afán por mostrar la vida emocional privada de las personas en un estado, en un post, o en un tweet. Llámenme ignorante, clásico recalcitrante, o vayan ustedes a saber qué cosas más pero, si queremos a alguien, ¿sirve para algo decírselo a través de la pantalla del ordenador? ¿Acaso si lo dejamos puesto en el Muro tiene una mayor validez? ¿Dónde hemos dejado aparcado el coche para poder salir corriendo de éste, nuestro mundo? Por ello me he decidido a escribir sobre diferentes perfiles, diferentes personalidades que, por A o por B, han aparecido en el mundo y que me dan más miedo que una película de terrores infantiles.

1. Acoso y derribo: Querer a alguien no implica que tengas que avasallarle. Si te apetece estar con esa persona, puedes decírselo. Qué sé yo, llamar por teléfono, enviar un mensaje, o incluso postearle en el Muro si sabes que es lo primero que ve al levantarse. Pero lo que no es de recibo es que, como hace tiempo vi, escribirle 10 mensajes seguidos, a intervalos de 2 minutos, preguntándole por qué no te contesta, que si no quiere nada contigo que se lo digas, que si eres un cabrón, que si creía que merecías la pena pero eres igual que los demás, para acabar con un "que te den por el culo" así como sonoro, con unas mayúsculas de cágate lorito, y todo esto, como no, públicamente, para que todo el mundo sepa que el malo de la película eres tú, no la otra persona. Y es que, eso de lavar los trapos sucios en casa... ya no se lleva.

2. Te quiero, pero muuuuuuuuuuuucho: Conste que me creo un aficionado a las ficciones edulcoradas. En su momento me abrazaba al cojín de mi sofá viendo una película de Julia Roberts, o incluso lloraba a moco tendido cuando la protagonista de turno se daba un beso de estos de película en la pantalla. Y siempre me quedaba pensando: "ay, por qué no seré ese yo". Anyway, el caso es que, adicto a la vena romántica como soy, me parece surrealista que alguien tenga la necesidad, la desesperación, la ansiedad tan elevada, como para poner a alguien que le quiere mucho, que no puede vivir sin él, que lo es todo para él, que su vida era un infierno hasta que le conoció, que desde que ha encontrado a esa persona su vida tiene un sentido nuevo, algo diferente, algo tan bonito que, ay ay ay, no sabe cómo hacer frente a todas esas emociones que le nacen de dentro. ¿Exagerado? Si sientes todo eso hacia una persona, ¿no es mucho mejor que se lo digas a la cara? Tremendo batacazo te levarás como esa persona no te ponga un "me gusta" en el estado. Para todo lo demás, un curso de habilidades sociales.

3. Te doy la mano, me coges el....: Lo que sea. Lo importante es columpiarse. Como si fuera esa canción infantil de "un elefante se balanceaba...". El concepto es que, si dos personas han elegido estar juntas, ¿por qué puede haber una que se crea con derecho a meterse en la vida de la otra persona? Me gusta la independencia en la pareja, leñe, y esto de "no, es que me he metido en tu facebook, con tu contraseña, después de estar intentando descifrarla como media hora, porque quería saber más cosas de ti", me parece entrar en un terreno tan enfermizo que a veces me da por pensar que estoy en una realidad tan paralela que parece que está a kilómetros de distancia. ¿Será que estoy viviendo en Fringe y no me entero?

4. Te mando una postal: Con lo que me gustan a mí las cartas manuscritas (y no, no soy tan viejo). Pero el caso es que esto de poner un power point donde todo el mundo pueda ver lo enamorado que estás de tu pareja, lo mucho que las montañas de algún país exótico te recuerda la calma que te da esa persona, lo increíble que es el Sol de la India como si tu pareja te diera el mismo calor, e incluso las fotografías de alguna de las maravillas del mundo para hacerle ver a esa persona que ya has encontrado la que faltaba en el mundo... me recuerdan que según vamos avanzando en edad, volvemos a la infancia. Pero, ¿qué pasa si resulta que ni siquiera se ha avanzado desde entonces? Pues querid@s, sólo una cosa: dar el biberón.

El año, sin contar los bisiestos, tiene 365 días. 365 días. Y lo escribo otra vez. 365 días. ¿Por qué digo esto? Porque durante todo un año, durante todas y cada una de las semanas que existen, hay suficientes días como para coger a tu pareja, mirarla a los ojos, y decirle un "te quiero" tan simple en la forma, pero tan complicado en el fondo, que a mí esto de las proclamaciones vía internet, me recuerdan más a cuando jugábamos a pintar en la guardería que a la vida adulta. Y es que chicos, ¿por qué tenéis tanto miedo a saliros del margen? 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Construcción (o cuando se crea algo diferente)

Que la vida es una jodienda, todos lo sabemos. Que, de por sí, hay momentos en los que nos gustaría mandarlo todo a la mierda, así, sin contemplaciones, es reconocido por especialistas e incluso ineptos. Y quien me diga que no, me miente. Pero una cosa es que, a veces, pueda parecer todo un lío monumental y otra muy distinta que nos compliquemos nosotros mismos la existencia. ¿De verdad hace falta crear una madeja de un solo hilo? ¿Acaso nos pagan por ponernos dificultades según vamos caminando por la calle? Entiendo que hay veces que nos gustaría ir con una recortada por la calle y volar la cabeza a más de uno. Bienvenidos, eso es lo que se llama "ser humanos". Pero, ¿acaso es necesario ir por la vida con una mirada de cabreo y con un insulto prendido en la boca a puntito de salir? A mí me parece una pérdida de tiempo.
El otro día me dio por pensar que las relaciones que mantenemos con los demás es como la construcción de una casa. Tú vas habitación por habitación pensando, decorando, midiendo milimétricamente, lo que quieres que haya en ella. Y así, queridos amigos navegantes, es como vamos creado una relación, poco a poco, con una inversión de capital enorme, pero que, al final, nos dará unos intereses considerables. Por ello, ahí va mi pequeña disección de las diferentes partes de una casa, de una relación, de una casa-relación, o simplemente de, ay que me pongo romántico, de un hogar que compartir con alguien.

1. El salón: Probablemente una de las partes en las que más tiempo se pasa. Puedes perderlo, puedes convertirlo en tu pequeño rincón para hacer lo que más te plazca. En solitario o acompañado. Y ahí está el quid de la cuestión. Una relación es como un salón en el que puedes retirarte a descansar en solitario o en compañía. Porque, ¿quién nos ha engañado para creer que una pareja es una simbiosis eterna entre dos personas? A mí, por ejemplo, me encanta que mi pareja tenga su propia vida, que pueda salir, entrar, que no le entren ideas paranoicas por quedar con sus amigos, que si quieres quedar con su familia se sienta libre de hacerlo. Porque en esta vida, ya hemos pasado tiempo solos, como para tener que obligar a alguien a que esté encadenado a ti como un perro lazarillo.

2. La cocina: Una de las partes más caras de la casa. Sólo por la cantidad de electrodomésticos, electricidad, pequeños utensilios con las que decorar un espacio, ya merece la pena hacer unas cuentas como dios manda. Sin olvidar que la comida no está precisamente barata, pero hay que alimentarse. Y es que, lo mismo que nosotros tenemos que comer a menudo para sobrevivir, una relación se nutre de los mismos parámetros. ¿Acaso no es necesario que una pareja se alimente poco a poco, sin agobios, sin gula? No hay nada peor que una pareja que se estanca, que no tiene metas, que no se mueve porque "estoy cómodo sin hacer nada".

3. El dormitorio: ¿Qué cama es la mejor? ¿Un colchón duro o uno blando? ¿Muelles o látex? ¿Cómo guardamos la ropa? ¿Y el calzado? Ese cuadro que siempre habías querido por fin lo tienes colgado, y entre las mesillas y unas lámparas que hagan bonito, ale, ya tenemos un dormitorio listo para darle un poco de vida. Y ahora pensaréis, "por fin, esto tiene que ver con el sexo, por fin algo de lo que realmente sabemos". Pues no queridos, no me refiero a esa parte de una vida parejil, esto no trata de eso. Lo que quiero decir con esto es que la intimidad es algo importante, que una pareja necesita una espacio común, de la misma forma que necesitaba un espacio privado. Que encontrar un momento para hacer cosas juntos, que ser 2 implica muchas labores, y una de ellas es tener claro que tienes a la otra persona, que está ahí, que no desaparece en el momento en el que algo va mal, y que sigue ahí también cuando tú eres feliz, porque, cosas de la vida que yo todavía no me explico (ironic), de eso se trata todo esto.

4. El baño: Nos lavamos, por regla general, una media de 2 o 3 veces al día. Partes o el cuerpo entero. Utilizamos infinidad de productos que nos proporcionan una higiene necesaria. Porque, por mucho que no nos demos cuenta, estamos expuestos a una barbaridad de contaminaciones a lo largo del día. Y de la misma forma que procuramos mantener unos hábitos en nosotros mismos, ¿por qué no mantenerlos en pareja?. La higiene emocional es tan importante en una pareja como cuando estamos solteros. Parece que nos olvidamos de que si antes podíamos hablar sobre los problemas que tenemos con amigos, familiares, desconocidos incluso, ahora también lo podemos hacer, y es más, con alguien que puede reconfortarnos. Porque la comunicación no está reñida con dejar de querer a alguien. Y porque, a veces, el silencio puede mucho peor que la mentira.

Cada persona vive en una casa diferente. Dependerá de los metros, las plantas, el dinero en su cuenta corriente, o las ganas que tenga de vivir por su cuenta sin miedo a las consecuencias. Todos hemos oído aquello de "a ver cuándo nos independizamos". Como si fuera tan fácil a veces ¿no?. Pero, ¿y qué pasa si no lo intentas? ¿Acaso tenemos tanto miedo a intentar vivir "con alguien"? ¿En serio nos han hecho tanto daño las historias que nos han contado? Puede ser efecto del tiempo, efecto de querer a alguien, o efecto de alguna droga que me han puesto en la bebida (bendito vodka), pero hace tiempo que en mi vida pesaron más mi felicidad que, como decía antes, las complicaciones creadas en mi cabeza. Porque, ¿para qué sirve la madeja de la que hablaba antes? Pues para darle vueltas como si fueras un gato buscando... buscando... buscando... pero no actuando.

jueves, 6 de octubre de 2011

Diferencias (o como machacar lo evidente)

Y yo que pensaba que ya os habíais ido. Que como uno ya no escribe, como está desaparecido del espacio virtual, como tiene mil cosas en la cabeza y ninguna buena, habíais decidido dar por finalizada la andadura por este blog. Pero, ¡oh, qué ven mis ojos!, resulta que no habéis parado de leerme y queríais más. Pues bien, aquí estoy de nuevo, para amenizar vuestras vidas con un poco de sabiduría (o eso), y para que penséis en todas esas relaciones que os han hecho la vida imposible y a las que habéis decidido recordar con una sonrisa de mala de película antes que con una lágrima de plañidera griega.
El caso es que no sabía bien por donde retomar, así que me permito la licencia de escribir lo que me plazca, así, sin preliminares de por medio, porque es que uno está cansado de tener que hacer lo que los demás quieren que hagan. ¿No os ha pasado a vosotros/as que cuando más quieres hacer una cosa, más gente hay que te mira de reojo como diciéndote "ni se te ocurra"? Eso mismo me pasó a mí hace un tiempo, y no he podido dejar de pensar en ello durante estos días. ¿Por qué será que, a veces, no hacemos cosas que nos gustaría hacer por lo que pensarán los demás? No sé a vosotros, pero a mí ese rollo de tener una espada de Damocles encima, que si caigo ahora, que si no caigo, vamos, una jodienda en condiciones de las de toda la vida, pues no me ha gustado nunca, y por eso me he apresurado a redactar alguna que otra perlita (no del mar, sí de la pocilga) que recuerdo de mis años mozos (la falta de pelo y alguna que otra arruguita de nada demuestran que los años también pasan por mí).

1. La pluma no es cool, tía: A mí es que esto de las plumas me escuece un poco. Será que mi médico tenía razón y mi piel es sensible a cualquier tejido que no sea el humano, pero esto de "tío, tienes mucha pluma, paso de ti", me parece un poco de la Edad Media (donde están las hogueras cuando se las necesita). Y es que a estas alturas, amigos, amigas, alienígenas desperdigados por este mundo, e incluso vosotros, criaturas de la noche, dejadme que os diga una cosa clara donde las haya: si tenéis pluma, si os gusta mover las manos al ritmo de una canción marica donde las haya, si resulta que movéis vuestras caderas como si fueran una campana dando la hora (las doce, que así son más), ENHORABUENA, ESTAIS EN UN MUNDO LIBRE PARA HACERLO. Y si alguien os dice que no, ya sabéis, un palo de madera arde muy fácil.

2. Uy, ¿tú hetero? Pues que miedo, ¿no?: Pase que esto de la normalización me parezca un avance (avance chicos, no una realidad); pase que crea que todo el mundo tiene derecho a tener los amigos que le plazca; pase que te puedas poner con orgullo una piña en la cabeza y pasear por la calle como si fuera el último grito en Londres, pero, ¿que tu vida sea enteramente gay? ¿de verdad? Espera a ver si lo he entendido bien. Resulta que durante años nos hemos tenido que esconder porque la sociedad creía que éramos poco más o menos que delincuentes porque dos tíos se quisieran, y ahora, con eso de la globalización, de lo moderno, del gay style, no te jode que nos volvemos a esconder en bares gays, haciendo cenas con gays, y hablando de lo maravilloso que es ser gay. Toda la vida tiene que ser gay y yo sin enterarme. Y es que a lo mejor los chicos heteros son de otro planeta y yo viviendo en los mundo de Yupi. Esto..., por cierto, ¿donde está la nave espacial para irme?

3. Yo quiero mucho a mi novio, pero chupa: Ay el barriobajerismo que me pierde. Y es que, en este mundo locuelo, en este planeta donde más de uno tendría que devolver lo que ha robado, hay una cosa que siempre me ha sorprendido: pensar que todo el mundo es como tú. Vale, vale, pensaréis: ya esta éste pesado con lo mismo de siempre. Que si me han hecho daño, que si hay que ver lo malos que son los exs, y bla bla bla. Pero no amigos, no. No me refiero a eso. Lo que no entiendo es esa frase de "seguro que tú le has puesto los cuernos a tu novio, con lo promiscuos que sois (somos) los gays". Y lo peor es que me lo dicen otros gays. El tópico elevado a la enésima potencia vamos. Un festival del humor. Por eso eso siempre me quedo con cara de haber chupado un limón y pregunto: ¿tú le has puesto los cuernos a tu novio? Ellos me responden que sí, que eso es algo normal hoy en día, y yo me les quedo mirando, esta vez como si hubiera chupado todo un árbol lleno de limones, y les contesto: "Normal, ¿en cuál de las realidades paralelas que existen?"

Está claro que no todo el mundo puede estar de acuerdo con lo que nos rodea. Es lo que tiene vivir en sociedad. Algunas cosas te gustan más, otras te gustan menos. Pero, ¿si yo tengo mis puntos débiles como todo el mundo, quién me ha dado el derecho a juzgar al que tengo al lado? Nosotros elegimos la vida que queremos llevar, eso es cierto, pero, ¿acaso todos tenemos que ser iguales? En un mundo donde que seamos todos distintos es lo bueno, ¿de verdad a alguien le interesa pensar que todos tenemos que ser iguales? Lo dicho compañeros de fatiga, creo que me he confundido de realidad paralela, ¿por donde se sale de aquí?

jueves, 14 de abril de 2011

Redes (o cuando la conexión es un juego del diablo)

A ver, vamos a ver, que yo me entere. ¿Todavía seguimos así? ¿No os habéis dado cuenta de que ya empieza el baile de promoción en los desfiles? ¿No os enteráis todavía de que hay muchas páginas donde podrás encontrar a la rana que besar para que luego, por misterios de la magia que aún no he podido desentrañar, se convierta en príncipe? Venga chicos, que hay que ponerse las mejores galas! Anyway, si después de todo este discurso barato, sigues pensando que las ranas - príncipes sólo existen en los cuentos de niños pequeños (y casi ya ni eso), este es tu lugar, bienvenido de nuevo, oh, querido cazador de hombres soltero. Tú, que buscas un lobo con piel de cordero o, lo que es mejor todavía, otra criatura de la noche con la que hacer experimentos, entra y ponte cómodo, porque chico, la reunión de S.O.M.G (Solteros Obsesionados con Manadas de Gatos) está a punto de comenzar. En este punto, hablaremos de las redes sociales, esas cosas tan bonitas, tan chulas, tan hiperchachiguays que nos conectan con todo el mundo. Porque, ¿quién dijo que estar expuesto no podía ser una actitud arriesgada?. Ale, comencemos:

1. Facebook: La madre de todas las franquicias. Es increíble como este aparatito, esa pantalla del ordenador nos ha ocupado la vida. Te da datos de gente a la que no conoces (y querrías conocer), te permite hacer un barrido por las fotos de tíos que están más buenos que comer con las manos y después rechupetearte los dedos (y seguir chupando y chupando, viciosillos), no sé, una cantidad de cosas que nos alegran la vida. Pero, ay querid@s míos. Esta herramienta tiene sus lados oscuros, qué se yo, tú imagínate que un día empiezas a mirar perfiles, porque te aburres, no es porque tú estés obsesionado, que va que va. Sigues mirando y ¡zasca!, ¿con qué te encuentras? Con tu ex, poniendo cara melosa, y en un alarde de originalidad del destino, te das cuenta de que el Muro lo tiene abierto, pero tú no quieres mirar, tú no quieres mirar, tú no quieres mirar, ale, ya has mirado, y lo que te encuentras es mensajes de amor eterno, links de canciones dedicadas, un sin fin de momentos inolvidables que se te grabarán en la retina. Porque ser un ser irracional no tiene precio, para todo lo demás Facebook te ayuda con los trastornos.

2. Badoo: Miles de perfiles, miles de personas conectadas a la busca y captura de un hombre, mujer, hermafrodita, dios, que aparezca en sus vidas. Y como soy adicto a los perfiles, yo estoy allí metido, tan tranquilo, tan metidito debajo de mis mantas, observando la gente de mi propia ciudad que está conectada. Paso el rato. Y según me abro la cuenta, ya tengo mensajes a gogo, mensajes de tíos que "me quieren conocer de arriba abajo", que "me quieren hacer lo que no me han hecho nunca" (¿bailarme una jota haciendo el pito y recitándola al revés?), que "te he visto en la foto y me he enamorado de ti, quieres salir conmigo?". Oye, cuánto interés ¿no? Casi que me sube la autoestima. A ver cómo son los chicos, ay, qué emoción, que emoción. Un momento, aquí hay algo que anda mal. Sí tú en tu nombre has puesto "GuapoBilbao" ¿por qué pareces recién salido del caldero de una bruja?; y si pones "Busco una amistad con un chico" ¿por qué me acabas de decir que tienes pareja pero que quieres probar con un hombre? Está bien que los cuentos de hadas sean una invención, pero chico, ¿hacía falta darme tan de lleno con la realidad?

3. Gaydar: El tiempo que pasas viendo perfiles es inversamente proporcional al de gente interesante que encontrarás. Esta es una máxima que tendría que estar al nivel de la "teoría de la relatividad", por poner un ejemplo. Abres la cuenta, y de repente, !un mensaje! ¡me han mandado un mensaje! A ver qué chico tan mono se ha interesado en mandarme un mensaje, ay que nervios, que nerv.... un momento, ¿por qué me aparece la foto de una polla?, ¿y por qué estoy leyendo "me gustaría llenarte el culo de leche?, voy a cerrar y a volver a abrirlo porque me he tenido que confundir, ay no no, que es verdad, que ahí sigue la foto y el mensaje, ¿será que no ha quedado claro en mi perfil que no hablo con pitos?

Está claro, somos seres sociales. Una multitud de neuronas que se conectan entre sí, que hacen sinapsis, que mantenemos conversaciones, que conocemos a gente, que desechamos a gente (la regla de los amigos en los dedos de una mano es bien cierta en algunos casos), y que nos damos con un canto en los diente cuando te das cuenta de que "de donde no hay no se puede sacar". Los perfiles y las redes sociales pueden ayudar o dificultar más esa relación a la que todos estamos expuestos, así que, por favor, preocupémonos más de atender a lo que dice el otro y menos de pensar en lo que nos aprieta el pantalón mientras estamos sentados. Que no sea cierto aquello de "el sentido común es el menos común de los sentidos". Y si todo esto no basta, marcar la "x" en la ventana, siempre ha evitado males mayores.

lunes, 4 de abril de 2011

Llamadas (o el arte de hacer la espantada)

"Te llamo luego, y quedamos". Es una gran frase, es una de esas frases llenas de palabras que, cuando las escuchas, te hacen pensar: oye, que le intereso y todo, que parece que esta vez sí que sí. Es uno de esos momentos en los que sólo te quedan dos opciones: o estás pendiente del móvil a que suene la llamada de la personas que esperas, o haces tus planes porque, siendo sinceros con nosotros mismos, puede que nunca suene o que, si lo hace, es para anular la cita. El caso es que por mucho que nos pase una y otra vez, al final seguimos cayendo en la misma piedra, pensando que si nos han dicho que nos van a llamar (oh, ingenuos ingenuos), lo harán de un momento a otro. Pero, ¿qué sucede cuando eso no es así? ¿Qué pasa cuando te has pasado toda una tarde esperando a la llamada? Y, ¿qué sucede cuando no contentos con no haber recibido la llamada, somos nosotros los que llamamos para averiguar qué es lo que ha pasado? Aquí van algunas opciones:

1. Yo te llamo, y tú...: Quedas con alguien, esperas la llamada, vas haciendo tiempo, haces más tiempo, al final acabas por hartarte de esperar, le llamas, él no te coge el teléfono, te vas a la cama sin haber recibido la llamada que esperabas, y encima te sientes gilipollas porque alguien ha decidido, en un arranque de originalidad, darte plantón. ¿El resultado? Al día siguiente te da por pedir a esa persona explicaciones, y, sin agachar las orejas, van y te dicen que no te columpies, que no eres quien para pedir explicaciones, que no eres su pareja... y ¿cuál debería ser tu reacción? La que sigue: No soy tu pareja, no te pido explicaciones como tu pareja, sino como una simple persona que tiene muchísima más dignidad que tú... ahí es nada.

2. ¿Para qué hablar si al final...?: Los seres humanos somos animales de costumbres (sí, habéis leído bien, animales, porque aunque no estemos a cuatro patas como los perros o los gatos, muchas veces nos comportamos mucho peor que ellos). Y muchas veces, sin poder evitarlo, decimos cosas que sabemos que no vamos a cumplir. Lo que no somos capaces de plantearnos es que esas acciones tienen sus consecuencias. Hay personas que ante frases del estilo: "te llamo luego" o "me encantas", tienden a contestar, y aquí es donde está el quid de la cuestión. ¿Quién nos ha enseñado a tener que aguantar los caprichos de otra persona? Por mi parte lo tengo claro, y cada vez que alguien me dice reiteradamente esas frases que luego no cumple, acabo por responder como lo hace una amiga: "¿Para qué me dices eso si luego no lo haces? Ale, que duermas estupendamente ;-)" (el guiño es importante, siempre lo ha sido)

3. La siguiente cita inexistente: Todos tenemos una primera cita. Puede salir bien o puede salir mal. Quién sabe. Lo importante es tener claro que si no ha salido bien, no hay por qué volver a quedar. Y que si ha salido bien, las ganas por ver a esa persona nos harán acercarnos a la segunda cita. Por eso nos planteamos, ¿si me has dicho que a ver cuando quedamos la próxima vez, no hemos vuelto a saber nada el uno del otro? No me considero una persona perfecta, ni siquiera una persona fácil de entender, pero al menos me considero una persona coherente (o eso) y si no me apetece quedar, acabamos la cita con dos besos y listo, seguiremos hablando, pero los dos sabemos que tú y yo no hemos congeniado (por las razones que sea). Lo que no me parece de recibo es que alguien, cuando se despide te diga: "estaba muy cansado, lo siento, la próxima vez te invito a una birra" y horas después te diga: "pues me he parado al final a tomar una birra con un amigo". Me gusta la sinceridad, pero eso amigo, querido, cariño, bo-ni-to, eso sólo tiene un nombre: tocar los cojones.

Me encanta la comunicación humana, siempre lo ha hecho. Poder unir planteamientos, ideas, no sé, un montón de sujetos, predicados, frases subordinadas, o simplemente interjecciones u onomatopeyas en las mejores situaciones. Lo que no me ha gustado nunca es la facilidad con la que algunas personas utilizan el lenguaje para crear expectativas sobre otras personas. ¿Para qué añadir palabras cuando lo mejor que puede pasar entre los dos es un silencio? ¿Acaso tenemos miedo a que no sentir que congeniamos con alguien signifique que ya hemos hecho algo mal? Cuando dos personas se conocen, cuando dos personas se ven y hablan durante una tarde, y se dan cuenta de que no, que hay algo que no funciona como tiene que funcionar, lo más fácil es decir que no, que no ha habido química, no poner la fecha para una próxima cita. Porque no hay nada peor que mentir a una persona y luego dártelas de que no sabías en dónde tenías la cabeza. Y lo sé por experiencia propia, porque como ya he dicho antes, somos infalibles a la hora de tropezar en la misma piedra más de una vez.

martes, 29 de marzo de 2011

Circo (o cuando los extraños salen de sus cuevas)

Welcome to the freak show! Bienvenido todo el mundo al maravilloso circo de los extraños! O lo que es lo mismo, para que vosotros, seres inteligentes, me entendáis: bienvenidos a un día en la vida de las relaciones truculentas, esas que escuchas y se te ponen los pelos de punta, esas con las que piensas: coño, esto no puede ser verdad, me tienes que estar tomando el pelo, y esas con las que, al final de escuchar la historia, se te escapa un sonoro "que bien estoy soltero" que ninguno nos creemos demasiado. Porque está claro que hay relaciones buenas de verdad, con las que te sientes a gusto, pero está claro que a todos nos aburre mucho leer historias de relaciones duraderas, de historias que van bien, y nos encanta escuchar esas pequeñas historias recién salidas del horno del inframundo, porque por efecto de la comparación pensamos: oye, pues que va a ser que yo no estoy tan mal como estoy. Por ello, y porque me apetece poner un toque gracioso a todo esto, voy con el circo de los extraños, con esa carpa donde te podrás encontrar (dentro de sus vitrinas, no te preocupes, no pueden tirársete al cuello) a las criaturas más extrañas de éste, nuestro mundo. Ahí vamos:

1. El vampiro de los Cárpatos: No he creído nunca en las historias que se cuentan sobre el Conde Drácula, o al menos no me las he creído tal y como las ha dibujado cierto sector de la literatura. Además, para qué centrarme en buscar personajes históricos, cuando a mi lado, sí sí chic@s, aquí a mi ladito, tengo a un vampiro que la sangre no me chupará, que ni siquiera me chupará otras cosas más apetecibles, pero ahora, las energías cosa mala. Este tipo de persona (o de criatura del averno) tiene un sólo motivo en la vida: debilitarte. Porque cuando tú te sientes por los suelos, él se siente por las nubes. Es algo así como que cuando tú lo único que quieres es encerrarte en su ataúd (mmmm, que gustito de calor y de poco aire para respirar) él tiene un resorte que le hace sentirse importante. ¿La solución? Una de dos: o le rocías con agua bendita esperando que se evapore de la misma, o sales huyendo como si hubieras visto una reposición de alguna de las películas de Meg Ryan en modo "repeat".

2. La hidra: Hércules, en la mitología griega (o en la versión de Disney, qué sé yo), cortaba la cabeza de esta criatura y al segundo, le crecían otras dos, y así sucesivamente (el chico, que se aburría, ya véis). Y dejando a un lado el momento ciencia ficción de las dobles cabezas, ¿que me decís de esas personas que, sin cortarles la cabeza, parece que tienen dos cerebros diferenciados, como si fueran dos personas completamente diferentes, según se hayan levantado con el pito más apretado por el calzoncillo o no? Y es que, según podéis observar en esta vitrina de aquí, si el sujeto mira a la izquierda os encontraréis con una persona afable, cariñosa, casi ese tipo de gente de la que te enamorarías a primera vista; pero si el sujeto mira a la derecha (y tarde o temprano lo hará, os lo digo yo que de posturas entiendo un rato) os encontraréis con un Neanderthal, que reiros vosotros de los que vivían en las cuevas de Altamira, jodooooo. ¿Alguna solución? Como corréis el riesgo de ir a la cárcel si intentáis rebanar cabezas, os recomiendo lo mismo, una huida en toda regla, pero eso sí, antes haberle hecho ingerir una tortilla de Valiums, porque esta criatura sabe correr, y os perseguirá para comeros con alguna de sus dos cabezas (elegid vosotros con cual).

3. El hombre reptil: La gente se tatua muchas veces escamas en su piel para parecer un reptil. En un argot científico se conoce con algún nombre de esos raros que te olvidas que existe al segundo de haberlo oído. En este caso, no se trata de un hombre pintado de arriba abajo, sino de aquellas personas que si se muerden podrían envenenarse tranquilamente, o que si te descuidas te envenenarán a ti sin el menor ápice de compasión. Primero, la paralización: sutilmente (o no) te dejarán en estado de shock con las palabras que expulsarán de su boca. Segundo, el acercamiento: la serpiente acorta distancias y se pone muy cerquita de ti, tan cerquita que podrás oler el aliento y temblar del miedo. Tercero, la comida: abrirá las fauces y te digerirá lo más lento que pueda, para disfrutar. Esto ha sido una clase de etología en toda regla, pero ya veréis como os sirve de ayuda en el momento en que os encontréis a alguien de estas características, porque en este caso, la única opción es arrancarle los dientes (ya sea manualmente o con un bate, os dejo que disfrutéis igualmente con los dos).

Sin duda alguna hay más de una especie en peligro de extinción. Zorros, linces, osos, no sé, un sin fin de animales que, por cuestiones del tiempo, van desapareciendo. Pero es un hecho comprobado que con el tiempo, los que he descrito van reproduciéndose, van aumentando el número, porque ya lo dice sabiamente el dicho popular: dios los cría, y ellos se juntan (y encima tienen descendencia!!). Por eso, creo que Albert Einstein tuvo mucha razón cuando pronunció una de sus frases estrellas: Nacemos genios, pero nos volvemos imbéciles. Porque, algunas personas, parecen invertir la cadena de la evolución: a más edad, más madurez. Ahora entiendo por qué, desde pequeño, me da miedo el circo.

domingo, 20 de marzo de 2011

Curiosidad (o el bicho que trastoca nuestra vida)

Curiosos. Esa es una de las palabras que nos define. Vamos por la vida buscando cosas: relaciones, trabajo, accesorios, amigos, no sé, una cantidad ilimitada de situaciones que es lo que, al final, llena nuestro día a día. Pero, ¿puede ser que en algún momento nos cansemos de seguir buscando? El caso es que yo pensaba que no, que siempre andamos dándole vueltas a la cabeza (como una noria vaya), pero ahora resulta que lo que se lleva es quedarse parado, quedarse estancado y, si se me permite la licencia (y sino, lo siento, no me da la cabeza para seguir órdenes), tener que conformarnos con "esto es lo que hay, esto es lo que te ha tocado". ¿Acaso no nos damos cuenta de que lo que tenemos en frente, a veces, no nos hace todo lo felices que debiera? ¿Y darse cuenta de eso es malo? Y es que, en ocasiones, nos metemos mucho en eso que dicen de "más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer". Por eso hoy, hablando con un amiga de lo divino y lo terrenal (la divina era ella, yo la tierra pisoteada), me he parado a pensar en cuántas situaciones, en nuestra (extra)ordinaria vida, dejamos pasar ciertos momentos por quedarnos estancados en lo que ya tenemos. Y ahí van algunas porque, ya se sabe, que la curiosidad mató al gato (mientras que nosotros somos los ratones):

1. Pim, pam, pum, tengo una pistola: Siempre he creído que el amor era una especie de proceso que tenía su principio, su desarrollo y, por qué no decirlo, su final, quedando relegado a un segundo plano por el cariño. Pero, ¿quién narices nos ha dicho que si ya desde el principio aquello va mal, hay que seguir intentándolo una y otra vez? Conformarse con tirar del carro una y otra vez, como si fuéramos el burro que busca morder la zanahoria, nunca ha salido bien, señoras y señores. Y quien me diga que es "yo le quiero mucho", yo le diré "tú lo que quieres, pequeña flor de loto a punto de resquebrajarse, es la idea que tienes del amor, no le quieres a él". Lástima que esto se aprenda después, cuando has conocido a alguien que, de verdad, consigue moverte y no dejarte estancado.

2. Experimentos en la primera fase: Ay, el primer amor. Esa relación que empieza con una mirada con brillo en los ojos, con llamadas incansables hasta altas horas de la noche, con mensajes de texto interminables en los que sacas el mayor poeta que hay en ti ("La lluvia no se mezcla ya con mis lágrimas"), que te hace mirar el reloj y contar el tiempo que te falta hasta verle, que te hace sonreír como si fueras idiota y que te hace olvidarte de coger las llaves al salir de casa, ese amor que... espera, ¡un momento!, ¿es ese amor al que estás enganchad@ desde que viste por primera vez "La Sirenita" en el cine? Pues tienes un problema, porque ni tú eres un pez que se convierte en persona, ni el príncipe Erik te elegirá: con un poco de suerte, elegirá a la Bruja Ursula (y te quedarás pensando, como me suele pasar a mí cada vez que veo a una pareja tan bizarra por la calle paseando de la mano, que ella se la tiene que chupar muy bien, porque sino, escapa a tu comprensión).

3. Sepultados bajo el hormigón: Hay fuerzas que se repelen. Los polos opuestos, el blanco y el negro, el optimismo y el pesimismo. Diferentes nombres para una misma cosa. Pero, ¿qué sucedería si dos personas completamente diferentes se juntaran en un mismo espacio, en un mismo tiempo, en una misma realidad (porque hay varias, tiene que haber varias, ¡por favor!)? Pues que las fuerzas chocarían, creando una especie de big bang en miniatura que, paradojas de la vida, puede acabar juntándoles mucho más. Esto es lo que se conoce como: "¿no querías azúcar? pues toma dos tazas". Y es que, no hay nada peor que no afrontar lo que sientes por alguien (por muy diferente que éste sea) y quedarte sentado en tu sofá, como si estuvieras bajo toneladas de un hormigón que, perdona que te lo diga, has creado tú solit@.

Buscar es un verbo que siempre me ha gustado. Da a entender movimiento, ganas, iniciativa, sorpresa, e incluso cambio (que es algo que todos tememos). Y es que, ¿qué hay de malo en creer que tu vida necesita algo distinto e ir a por ello? ¿Acaso nos han enseñado tantas veces que tenemos que "guardar una formas" que seguir adelante es un sinónimo de "apechuga que es lo que toca"? El tiempo está para gastarlo, para malgastarlo, o incluso para aprovecharlo, pero creo que una de las cosas que nos diferencia de los animales (ejem!) es que sabemos hacerlo en algo que nos suponga algo satisfactorio. Porque, permitidme otra vez la licencia, si no te mueves, si no buscas, si no tienes un deseo de encontrar, querid@s... eso es que estáis realmente muertos...

miércoles, 16 de marzo de 2011

Puntos (o si no te lo digo, reviento)

Hay un punto en el que todos nos hemos visto metidos en algún instante de nuestra vida: enamorarnos de alguien que no nos corresponde. Cuando esto nos pasa, cuando nos damos realmente cuenta de que estamos sintiendo más de lo que deberíamos sentir, la cabeza empieza a ser un hervidero de preguntas: ¿por qué a mí? ¿por qué no le gustaré si soy una persona completita completita? ¿por qué estarás saliendo con esa lagarta cuando yo te podría hacer tremendamente feliz? En fin, esa clase de interrogantes que empiezan a llenarnos el día a día, las noches e incluso momentos del sueño (que más que sueños agradables, se convierten en pesadillas). Pero en todo esto, como pasa siempre, hay diferentes niveles, diferentes estadios a los que atender, y diferentes personajes que aparecen en nuestra vida para, bien sea consciente o insconscientemente, amargarnos la existencia durante un espacio de tiempo sin determinar. Ahí van algunos de ellos:

1. Cuando me abrazas y no puedo callar: Hay un momento en el que no puedes más, en el que tienes que soltarlo, para que no te queme más el cuerpo cada vez que esa persona te acaricia. Intentas restarle importancia, piensas que aquel momento que estás viviendo se pasará, pero cuando va pasando el tiempo y lo único que sucede es que aumentan esas cosquillas en el estómago, te lanzas y lo sueltas: "¿Sabes el chico que te dije que me gustaba? Pues eras tú". Y, ¿qué es lo que pasa después? Pues que se queda con cara de idiota, que te sigue abrazando y que te dice "es que... yo no siento lo mismo". Y ahí, aunque tú ya supieras de antemano la respuesta, es cuando se te cae el mundo a los pies, porque no es lo mismo imaginarte una cosa a que suceda.

2. Es que, mis intereses van por otro lado: Esta cita es sólo para gays. ¿Quién no ha tenido nunca un amor heterosexual? ¿Quién no se ha sentido nunca atraído por esa persona que vemos todos los días, que casi casi se ha convertido en amigo, y al que sabes que nunca puedes acceder? Bien, el caso es cuando le echas huevos al asunto y se lo dices, cuando te desnudas por completo y le sueltas (de la forma que sea) el consabido "estoy enamorado de ti". Hay un momento de silencio, hay un instante en el que los ojos de esa persona no saben hacia donde mirar y te dice lo mismo de antes: que lo siente, que de verdad que lo siente, pero no te puede corresponder porque sus intereses van por otro lado. Es entonces cuando te das cuenta de lo que es la realidad, y piensas: ¿y si me pongo tetas?

3. No puede ser, pero...: No todo en la vida iba a ser gente que te niega los sentimientos y no va más allá. No no. Hay gente que adora que la adulen, que adora que vayas detrás de él después de haberle confesado lo que sientes y que, aun habiéndote dicho que "no, no puede ser", te sigue pinchando para que le sigas el rollo y claro, tont@ de ti, le sigues el rollo porque a ti te encanta, porque aunque veas que sólo lo está haciendo por interés, tu cuerpo necesita estar cerca de esa persona. Y, querid@s, cuando ese punto se da, es que hemos rebasado la línea de la obsesión hace muchísimo tiempo.

4. Volver al principio nunca fue bueno: ¿Cuando se acaba una relación? Cuando una de las dos partes no quiere seguir con la otra. Pero, ¿qué sucede cuando una de las dos partes sigue enamorada a más no poder? Pues que querrá volver con esa persona, que intentará por todos los medios reparar lo que no ha funcionado, y empleará su tiempo (y su energía) en hacerle ver a esa persona que las cosas pueden ser como al principio, cuando a los dos os apetecía veros a cada instante, cuando hablabais día sí y día también por puro placer. ¿Cuál es el resultado de todo este plan organizado al milímetro? Que acabarás dándote cuenta de que volver al principio es imposible, que ninguno de los dos sois como erais antes y que, más os vale andar por caminos separados porque estáis a un paso de perderos el respeto mutuamente.

Enamorarse de alguien puede ser una cosa muy especial. Conoces a alguien, te vas haciendo un hueco en su vida, sigues conociéndole, y a pesar de los "peros" que aparezcan, el conjunto gana mucho más a los detalles. Pero al igual que una persona puede hacerte sentirte bien, puede, de igual forma, hacerte daño. Anclarse en una historia que, por cojones, no puede ser, es un gasto de recursos enorme, pero aun así, seguimos construyendo los castillos en el aire que, paradojas de la vida, nos juramos que no íbamos a construir. Así que, al final, como pasa cuando algo te traiciona, o cuando sientes que te acabas de dar una hostia contra un muro de hormigón, sólo te queda una opción: esperar a que se pase.

lunes, 7 de marzo de 2011

Mienteme (o cómo navegar entre pirañas)

Hay una frase que siempre me ha hecho gracia: una mentira repetida se convierte en verdad. ¿Acaso la mentira no sigue siendo mentira por mucho que la repitas? Al principio, cuando la escuché, pensé que qué tontería, que ya ves tú, si a mí me mienten, qué razón voy a tener para que creer después que es verdad. Pero ay queridxs, resulta que no lo decían por mí, que aquello de que si me repetían una mentira no era porque yo me la creyera sino porque son ellos, esos maravillosos hombres que nos encontramos a lo largo del camino, los que acaban creando tal numerito, que al final se creen que han vivido, que han sentido (ups), que han contado, algo que es real, que es tangible, que puede describirse como si fuera ayer mismo cuándo lo hubieran vivido (cuando lo más seguro es que lo hayan visto en una película). Por eso, después de mucho replantearme cuántas mentiras ha habido en mi vida, creo que he conseguido encontrar alguna que otra. Porque qué queréis, por mucho que uno tenga dotes de vidente, ya lo decía mi madre: no hay más ciego que el que no quiere ver. Ahí van los momentos deslumbrantes de mi historia:

1. Yo no miento nunca: En "teoría de la comunicación", estas frases se denominan paradojas. Yo simplemente las denomino: ¿qué me estás contando?. El ser humano, por naturaleza, ha creado la mentira como mecanismo de defensa contra muchas cosas. Qué se yo: complejos, querer esconder partes de tu vida, y un sin fín más de cosas. Y lo veo normal. ¿Quién no se ha sentido nunca en la obligación de mentir para que la sangre no llegara al río?. Pero lo que ya no es tan de recibo son aquellas personas que mienten con verdadera pasión, que te regalan el oído para crearte un mundo de felicidad y maravilla, para después tirarte a la basura a la mínima de cambio. Llamadme raro, pero, ¿no es mucho mejor decir la verdad aun a sabiendas del daño? Por eso, cuando una persona me dice algo semejante, de forma rotunda, yo me echo a temblar, porque si esa persona no es capaz de admitir que, de vez en cuando, se le puede escapar una pequeña mentira, entonces es que no se reconoce a sí mismo.

2. Tienes algo que te hace especial: Y, si ese algo me hace tan especial, ¿por qué después has ignorado cada palabra, cada momento, y has preferido encontrar a más personas que NO soy yo? Creo que el término "especial" debería cambiar de significado, a partir de ahora, a mí, cada vez que alguien me diga "eres especial" lo voy a traducir al lenguaje hijoputil, a saber,"raro de cojones". Pongamos ejemplos: "Tienes algo que te hace espe... digo... raro de cojones"; "Qué espe... digo... raro de cojones eres". Seguro que con un poco de práctica me saldrá solo.

3. Sé lo que quiero siempre: Pues qué suerte chico, en mi caso, puedo decir que en ciertas facetas de mi vida, tengo las cosas claras, pero en otras todavía me da vueltas la cabeza cuando tengo que buscar una solución. Qué cosas, ¿verdad?. Pero bueno, venga, te voy a dar un voto de confianza y voy a pensar que es verdad lo que me has dicho, que tú eres una de esas personas espe.. digo... ah sí, especiales, que tienen todo en su vida claro, que van por la vida con la cabeza bien alta. Ahora te hago otra pregunta, ¿sabes lo que no quieres? ¿Qué me dices, a que eso no es tan fácil de contestar?

Las personas tenemos un plan en nuestra vida, será que soy un romántico de pensamiento, pero siempre he creído que las personas tenían una meta en su vida, que cuando llegaban se buscaban otras, vamos, lo que viene siendo adaptarse a las circunstancias. Pero, ¿qué sucede cuando la persona que tienes en frente ves que no tiene más motivación que hacerte a ti la vida imposible? Si esa es su meta, ¿dónde quedas tú? Pues relegadx a la mierda más absoluta, así, como lo estáis leyendo. Porque, en este mundo, si nos permitimos el lujo de rebajar el listón, de agachar las orejas cuando tendríamos que morder, entonces... entonces es que algo no estamos haciendo bien. Así que levantaos, indignaos, y machacaos la cabeza!

martes, 8 de febrero de 2011

Veneno (cuando el deseo es más profundo que la calma)

¿Os habéis sentido alguna vez cansados? ¿Casi hartos de ver cómo el vecino, ese que no quiere pagar las cuotas, ese que sabes que es un hijo puta redomado, tiene suerte en la vida y todo parece irle bien? ¿Y alguna vez habéis sentido que a vuestro ex las cosas le iban de maravilla mientras tú te quedabas mirando por la ventana diciéndote a ti mismo "qué coño estoy haciendo con mi vida"? Pues si es así, bienvenidos al mundo de las relaciones sociales. Si os pensábais que, una vez que crecierais, todo iba a ser un cuento de Disney, estábais equivocados. Porque quién quiere tener como novio a Simba, cuando puede tener una hiena que ríe y como carroña. Yo, por supuesto. Y es que después de este tiempo sin actualizar, después de esos paseos que me doy yo mismo por mi ciudad, después de las conversaciones removidas por vodkas, uno se da cuenta de que a veces, la borrachera te ayuda a recordar esas pequeñas imperfecciones (agrandándolas por supuesto, porque nosotros somos las víctimas, nunca los verdugos, ejem ejem) que han ido apareciendo. Y oye, como que al final reconforta, porque te das cuenta de que el resto de la gente que te rodea está igual de jodida que tú, y ya sabe, mal de muchos...
Anyway, el caso es que mientras me sentaba a actualizar esta columna, me he parado a pensar en cuáles de esas situaciones son las que más se han dado en los últimos meses, cuáles puedo denominar de "basura" (por el olor que desprenden a rancio) y cuáles de "geniales" (porque yo lo valgo chic@s, sí sí). Y como decía antes, mal de muchos, consuelo de tontos, así que si alguna vez os sentís identificado con algo de lo que ponga, a darle al "me gusta" o poned un comentario, que no os cuesta nada leñe, y mi ego se sube por las paredes. Dicho lo cual, aquí va una de las listas que tantos de vosotros esperábais (o no):

1. ¿Por qué me dices te quiero mirando a otro?: El rollo de la poligamia, en algunos países, está muy extendido. Qué sé yo, será que la gente no tiene suficiente con tener que aguantar a un maromo las 24 horas del día, que sabe cómo colgarse a la espalda más de una mochila con piedras. El caso es que cuando un amigo me dijo que se dio cuenta de que su pareja no le quería, precisamente cuando le pidió volver a salir juntos. Se separaron, nada fue un drama, porque los dos veían que algo no casaba. El caso es que lo que no casaba, como no podía ser de otra manera, es que su pareja estaba buscando en otras camas lo que no había encontrado, o no había buscado lo suficiente, en la de mi amigo. Así que una bonita tarde, pongamos que fuera abril (que poético me siento, madre mía), el susodicho, llamémosle Sujeto 1 le dice que quiere volver, que le necesita, que se ha dado cuenta que le quiere. Y las alarmas de mi amigo (uno que aprende rápido, por fin) saltaron por los aires. Le preguntó por qué, que por qué en ese momento se había dado cuenta de que quería volver con él. Y la respuesta del otro fue un simple: es que me he acostado con Sujeto 2 y me he dado cuenta de que te quiero. Y es que hay gente, todavía, que confunde el querer con ir propagando semen, ya veis, la gente, que es muy generosa.

2. Tu armario tiene cerradura blindada: Y es que, en los últimos tiempos, ha proliferado un nuevo personaje, una nueva criatura que es capaz de desbancar a lo que antes se consideraba simplemente: un marica en el armario. Estos son: los heteroflexibles. Perdonad la clase de teoría sexual, pero si una persona le gusta probar el sexo con hombres, si se pone bruto con solo pensar en hombres, si tiene una novia pero se acuesta con hombres en las duchas de los baños publicos, si se mete en los chats y buscar alguien que vaya a su casa a restregarle toda la entrepierna por la cara, pero con discrección (ellos lo de la intimidad lo llevan a rajatabla), ¿eso es una persona hetero? Hubo un amigo que se enamoró de uno así. Empezó como empiezan estas cosas, vamos, un quítame aquí estas pajas, un vamos a mi casa, no a la tuya, bueno, primero a la tuya y luego a la mía. ¿Qué sucedió después de meses de ese tipo de relación? Que mi amigo se enamoró como un idiota, porque se veía venir, y porque somos seres que necesitan cariño, qué cojones. Pero, ¿cuál fue la reacción del, llamémoslo, Hetero 1? Pues en cuanto empezó a ver que la cosa se complicaba, salió por patas, diciéndole a mi amigo que él no era maricón, que a él sólo le gustaba probar eso y que para una pareja ya tenía a su novia, a la que quería muchísimo (lo del muchísimo son palabras textuales, no invenciones de drama queen). Y es que, queridos compañer@s de viaje, es preferible quedar como un macho alfa que como una persona sin más.

3. Si te utilizo deberías estar orgulloso: Alguna vez en nuestra vida, en algún tipo de relación, hemos utilizado a alguien para sacar algún beneficio (del tipo que sea). Y quien me diga que no, miente. Yo, sin ir más lejos, sé que en mi vida he utilizado algunas veces mis encantos para conseguir de esa persona lo que quería, lo reconozco, no me siento orgulloso, pero sé lo que he hecho. El problema está cuando además de hacer obvio el hijoputismo que nos corroe de vez en cuando, alzas la bandera como si hubieras conquistado un país y empiezas a darte besos a ti mismo. El día que me contó un amigo lo que le había pasado, con cuatro copas de vino blanco ya en nuestro haber, comprendí que los hijos de puta no se hace, que nacen sin más. Porque el hombre en cuestión, llamémosle esta vez Aprovechado 1, no sólo no se contentó con llevarse prácticamente todo el dinero que pudo de la relación sino que, además, se tuvo que comer que todo el mundo se enterara de secretos que la otra persona se había dedicado a airear a todo aquel que quisiera escuchar. Y es que hay algo peor que te roben el dinero, sino que además te roben la intimidad. Porque, y esto es lo que más pena me da de todo, hay gente que prefiere buscar niveles superiores o inferiores, en vez de crear un equilibrio entre los dos.

Y aunque nos sintamos cansados, aunque juremos que jamás volveremos a caer en el mismo error, nos programamos en ese mismo momento para volver a hacerlo. Hay gente que tiene un patrón de pareja, que la busca, que la encuentra, que acaba hecho unos zorros, y después vuelve a por más. No tengo nada en contra. Cada uno nos buscamos las castañas como podemos. Pero el caso es que siempre que después de una noche entre copas y vasos de tubo me despierto, me paro a pensar que si estas cosas pasan, que si no nos ponemos unos límites entre nosotros, es porque no nos da la gana. ¿Acaso no somos capaces, siendo personas presumiblemente inteligentes, de establecer una línea que separe a aquellas personas que no queremos en nuestra vida? ¿Será que, en el fondo, necesitamos sentir que estamos encadenados a algún tipo de recuerdo? Como sea, yo lo tengo claro, si en algún momento aparecen un Sujeto, Hetero o Aprovechado en mi vida, tranquilamente les prepararé un jueguecito, que ríete tú de los de Saw. He dicho!


lunes, 24 de enero de 2011

Mentiras (o el perro del hortelano me come la cena)

Esquivas las hostias. Te has entrado durante años para saber cuándo vienen, cuándo están a punto de llegar, y sabes el momento exacto en el que tienes que girar para que pasen de largo. Pero... en algún momento, va una y te da de lleno en la cara. No la has podido ver, te da de lleno y piensas: ¿Esto que es? ¿Por qué no he podido verla si me he entrenado tanto? La respuesta es muy sencilla: porque por mucho que te entrenes, siempre habrá algo que tenga la capacidad de desestabilizarte. Pero no tienes que desmoralizarte, para nada, porque tú estás curtido/a en mil batallas y te levantas al instante y sigues sorteando hostias, mientras vas disfrutando de la vida lo mejor que puedes. Lo importante es verlo todo con el optimismo necesario para que el vaso no esté medio vacío sino medio lleno. Eso nos han enseñado, al fin y al cabo, ¿no?. Bien, una vez que hemos interiorizado la teoría, vamos con la práctica. ¿Por qué, si todos podemos ver lo que tenemos en frente, nos aferramos durante mucho tiempo a algo que nos está produciendo gangrena emocional? Pues porque somos así, porque nos enamoramos como adolescentes (aunque no lo seamos tanto ya) de la mayor de las tonterías y nos cuesta soltarlo. No nos gusta abandonar y, en algunos casos, no nos gusta dejar las cosas sin tener la sensación de que, al menos, hemos luchado por ello. Yo, sin ir más lejos, me he aferrado tantas veces a un clavo que ardía, que la piel de la palma de mis manos parece el Cañón del Colorado, con tanto relieve que cicatrizar. Y eso que a mí, el prospecto me decía: "te querrá toda la vida". Claro que, sólo me dediqué a mirar la posología, no los efectos secundarios.
El imaginario colectivo de las relaciones está plagado de ejemplos que nos pondrían los pelos de punta. Hablando con gente, cada vez pienso que estoy mejor soltero, pero claro, como a uno le gusta más un caramelo que otra cosa, pues qué queréis, me encanta conocer gente, conocer chicos, y hay veces, oh madre mía, que hasta me ilusiono con alguien (llamadme tonto de remate, pero todavía conservo la esperanza de encontrar a alguien con historias cerradas a cal y canto), y aunque luego llegue la desilusión, vuelvo a caer. Soy como las luciérnagas a la luz, o como Gollum con su tesoro, que por mucho que sepa que me va a hacer daño, sigo yendo a por ello. Anyway, el caso es que durante estos días me he parado a pensar en eso, en la gente que vive para su ex, en la gente que mira para atrás por miedo a que su ex le vea darse un beso con alguien, en definitiva, en las personas que viven emparejados con su ex como si fuera una relación que no ha acabado. Así que ahí van mis reflexiones:

1. La madre que te parió debió quedarse contenta: El tema es: ¿qué te retiene para que no cortes la relación simbiótica con tu ex? Puede haber múltiples razones, pero la que más me sorprendió en su momento fue la que me dijo un chico: "es que, lo está pasando mal y me da pena dejarle tirado". Esto... yo no es por decirte nada que te haga daño, pero... mientras tú estás dejando pasar oportunidades, tu ex está metiendo la lengua en todo orificio que se le pone a tiro. Y te lo digo con cariño...

2. Arrollado por un tren: En este momento estoy en un momento complicado de mi vida. Esta es la frase que, en algún momento, todos hemos utilizado. Y no me parece mal, siempre y cuando sea verdad. Pero lo que no me parece de recibo es que te lo digan, tú lo aceptes, tú creas que esa persona realmente lo está pasando mal y necesita un tiempo de soledad para ordenar sus ideas, y dos días después te diga que ha encontrado en otra persona lo que no tenías tú (esta clase de personas sabe muy bien cuándo hablan y lo que dicen). Y lo peor es que, a veces, te quedas enganchado a lo que te habían dicho antes y no te das cuenta de que te están tomando el pelo... (será por efecto del shock?)

3. El invierno es muy largo, el verano muy corto: Vamos cambiando con el tiempo, pero lo que no es de recibo es que, según sea una estación u otra, la gente te diga que siente una cosa y después la contraria. O lo que en el lenguaje de la calle es "tu lo que quieres es sopas y sorber". Y, por ahi no hay que pasar. Porque tan denigrante es que sepamos que tenemos una persona detrás y no le dejemos las cosas claras, como que nos utilicen como kleenex de usar y tirar. Porque, que yo sepa, nadie se ha muerto por comerse los mocos.

4. Tres tazas de cianuro, por favor: No suelo ser partidario de la violencia, pero es que a veces, te dan ganas de pegar más de un tortazo a la gente. Tan importante es saber decir las cosas, como saber cuando callar. Y no hay cosa más desagradable que estar sentado en frente de una persona y saber que te está mintiendo. Pero mucho peor es quedarse anclado en la excusa de "por algo lo hará". Porque si empezamos a justificar las acciones de los otros, nos olvidamos de las nuestras, y eso... ay amigos/as, eso siempre acaba mal.

Cuando nos duele algo, tiramos de medicamentos. Nos alivian el dolor, nos calman momentáneamente el malestar, y nos dejan una sonrisilla bobalicona que desaparece cuando vuelve el dolor a escena. Algo así pasa con esas personas que aparecen y desaparecen de tu vida como el Guadiana. Aparecen, tocando los botones exactos para que se nos vaya el dolor de su pérdida, y después, cuando ya han obtenido el regalo (ejem) desaparecen y te dejan con el malestar de nuevo. Así que, como estoy un poco harto de los círculos viciosos, he decidido cortar por lo sano: cuando vuelvas, te esperaré, pero con un bate de beisbol para que, al menos, cuando te vayas, sepas lo que es el dolor de verdad.

jueves, 13 de enero de 2011

Cuestas (o el arte de subir escalones interminables)

Es el eterno dilema. ¿Tener miedo a enamorarnos o no? ¿Estamos dispuestos a que alguien nos guste más de la cuenta o, por el contrario, nos conformamos con hacernos miraditas y dejar pasar el tiempo? Y es que, estamos tan acostumbrados a que las relaciones sean fugaces, que cuando vemos a alguien que se interesa más de la cuenta, muchos de nosotros, creemos que no estamos preparados para algo "serio" (y sí, no me he confundido al ponerlo entre comillas), y nos empiezan a salir sarpullidos en los lugares más recónditos de nuestro cuerpo, y salimos corriendo. ¿Será que tenemos miedo de que alguien nos quiera? ¿Puede ser que en el fondo nos creamos poca cosa para que alguien nos mantenga la mirada más de un segundo y decida acercase para preguntarnos como nos llamamos? Creo que internet ha facilitado conocer a las personas. Nos acerca, de una manera o de otra, a diferentes personas con las que compartir ciertos momentos, pero a la vez, como pasa con todo, esto del mundo virtual ha desvirtuado (paradojas de la vida) el mundo emocional hasta límites insospechados: hay desde el que se enamora en la primera conversación y se cree con el derecho de, con poca o mucha sutileza, decirte cómo tienes que ser o los que alargan alargan y alargan las conversaciones, para al final no mantener más que una especie de amor platónico (con una pantalla y una imagen en movimiento) que no sale de las cuatro esquinas del monitor. Y es que, a pesar de que intentamos aprender, seguimos con los fallos amigos, amigas y demás compatriotas. Por eso (y porque más gente me ha dado ideas) sigo con la lista de errores, porque no está mal que alguien que los ha cometido los escriba:

1. Los niveles superiores e inferiores: ¿Quien otorga a una persona un nivel determinado? ¿Quién coño se puede erigir en el rey para dar los títulos de nobleza y plebe a la gente? El caso es que la respuesta es sencilla: nos los creamos nosotros mismos. Conozco a mucha gente que está en pareja y me dice: es que él es una persona más interesante que yo. Esto... ¿perdona? ¿acaso alguien te ha dicho que tú no eres importante? ¿quizá es que tú estés tan pendiente de la otra persona que te hayas olvidado de mirarte al espejo y ver que eres una persona tan importante (o más) que el otro a quien quieres? La autoestima es algo traicionero: tan pronto como te eleva hasta el cielo, te hace caer al suelo como si fueras Icaro, al que se le derriten las alas por el calor del sol. ¿El truco? Lo simple es lo más sencillo: a pesar de que te equivoques con la persona que has elegido, siempre hay que tener presente que uno vale por sí mismo, no por las etiquetas que le quieran poner.

2. La mamá pato: Cuidar a tu pareja es muy sano. No sé, mimarla, quererla, tener detalles con ella. Lo lógico cuando se quiere a alguien y quieres verle feliz. Pero lo que no nos podemos permitir es salir del nido de nuestra madre, independizarnos mentalmente de lo que es la familia y los roles que han sido establecidos, para caer con nuestra pareja en otros iguales. Cuando te des cuenta de que estás con una persona que es como un enfermo que necesita cuidados las 24 horas del día, plantéate la siguiente pregunta: ¿tengo el título de medicina? En caso negativo, ya sabes; en caso afirmativo, plantéate que si tienes que echar mano del vademécum cada dos por tres, lo más lógico es empezar a cobrar por tus servicios de enfermera.

3. Déjalo fluir, déjalo correr: Entiendo a esas personas que tienen una relación fusional con su pareja. Los entiendo porque yo también la he tenido: la sensación de perder a tu pareja si no la ves durante dos días, puede ser una espada de Damocles en toda regla. Pero de relación a obsesión sólo nos separan unas pocas letras. Pero, ¿qué pasa cuando tú estás tan enamorado que no te das cuenta de que la persona que está contigo está pasando el rato? Cuando una persona está saliendo con alguien por el simple hecho de poder decir "tengo novio/a", es cuando nos tenemos que empezar a echar a temblar. Porque, ¿qué podemos esperar de alguien que pasa el tiempo con nosotros como si fuera una pantalla del nuevo videojuego de moda? Pues eso mismo, que en cuanto llegue al final de los niveles, dejará el videojuego perdido en la balda, cogiendo polvo y pensando: ¿y para qué habré comprado yo esto?

4. Las estaciones cambian: Hay trastornos de la personalidad de todo tipo: esquizofrenia, límites, paranoides, inespecíficos, no sé, una barbaridad (quien quiera más información, que vaya al DSM IV, por dar alguna clasificación de referencia). El caso es que, amigos/as, la gilipollez no entra dentro de ese tipo de taxonomías. ¿Qué pasa cuando una persona con la que estás a gusto, en un momento determinado, parece que ha sido engullido por la bipolaridad y se comporta como el ogro del cuento? Pues que cometemos el error de intentar comprenderlo porque esa misma persona nos dijo en su momento "es que yo soy así" y lo justificamos diciendo "pobrecito, él/ella es así". Y es que, decidme si no tengo razón, ¿si estáis con una persona a la que tenéis que coger con pinzas por si acaso le sienta mal algo de lo que hacéis o decís qué pensáis? Pues yo, que prefiero jugar al buscaminas, allí al menos es más fácil darle a la X para cerrar.

Hay un momento para todo. Para tener pareja, para estar soltero, para cagarte en todo porque estás soltero, no sé, un montón de situaciones por las que pasar. El truco en todo este entramado no es otro que no tener pretensiones, no jugar con las expectativas como si fueras un trapecista a punto de caerse sin red. Porque hace tiempo me dijeron una frase que se me quedó grabada y que me ha permitido darme batazacos, pero, al menos, ser consciente de por qué me los doy: sólo se desilusiona quien se ha ilusionado antes. Y es que, ¿qué problema hay en ilusionarse por alguien? ¿Acaso tenemos miedo de que alguien descubra que, oh válgame el cielo, somos seres humanos? ¿Es posible que hayamos aprendido tan poco de nuestra vida como para no saber llevar una vida en pareja? ¿O es que las parejas ya no se llevan en la vida?

martes, 11 de enero de 2011

Errores (o cuando fallas y vuelves a fallar)

Vuelvo a la carga. Porque, al fin y al cabo, nadie dijo que esto de la vida fuera fácil, y mucho menos que la vida emocional tuviera que serlo. Lo repito, por si alguien no lo ha entendido todavía: me encantan los hombres, soy pragmático, me encanta el sexo y si me pusiera a mirarme en un espejo, estoy seguro de que encontraría más de un fallo que tengo que pulir. Pero es que querid@s, nunca dije que fuera perfecto. Por eso, cuando nos juntamos a la mesa, tomando un café, y nos ponemos a teorizar por qué estamos solteros, mis compañeros de viaje y yo siempre acabamos con la misma conclusión: tenemos un problema (en la cabeza o en otra parte, lo dejo a vuestra elección). Y es que, ¿qué sucede cuando te das cuenta de que has estado escogiendo a la gente que conoces siguiendo un patrón de conducta taaaaaan evidente (para ti no claro, para ti nunca ha sido evidente sino todo lo contrario) que te hace caer una y otra vez en monstruos de todo tipo? Si resulta que somos personas adultas, que se presupone que tenemos dos dedos de frente (yo cuatro, que mis entradas capilares son como una mina de carbón con metros de profundidad), ¿cómo es posible que si tenemos claro lo que no queremos, sigamos repitiendo la misma secuencia una y otra vez? Yo, en calidad de psicólogo licenciado (a uno que le gusta sacar título y pecho, qué queréis), sé que existen muchas teorías que explican el amor, que explican el deseo desde una perspectiva hormonal (que vivan las feromonas), cognitiva (yo pienso que tú piensas que él piensa que yo pienso, y así hasta el infinito) o conductual (si tú haces yo hago, y si no haces, que te den por el ano). Por eso, entre los muchos errores que cometemos, he encontrado entre mi círculo algunas cosas que se repiten, así que ahí van, estad atentos (y si lo estáis haciendo, mirad lo que os digo: SI NO FUNCIONA, NO LO REPITAS):

1. Esperar y seguir esperando: No estamos acostumbrados a esperar, pero a la vez, cuando hemos conocido a alguien, nos quedamos mirando la pantalla del teléfono móvil y pensamos "es que... si le llamo o le mando un mensaje se va a dar cuenta de que me interesa". Esto... no es por ser tiquismiquis pero... ¿no se supone que esa persona te interesa? ¿no estás deseando volver a quedar con él porque has pasado una tarde agradable? Esperar está bien, nos da una perspectiva de lo que hacemos o lo que queremos hacer, pero no os equivoquéis, no tener iniciativa y quedarnos ahí parados, esperando que sea la otra persona la que dé señales de vida suele ser un error (a la par que un gasto de energía inmenso). Si te apetece decirle "me lo he pasado muy bien", díselo; si quieres escribirle y decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos", díselo; si lo que te apetece es decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos, creo que me gustas demasiado" y sólo has quedado con él/ella una vez, piénsatelo, porque entonces sí, es el momento de esperar.

2. Si él no se acerca será por algo: Pues sí, será por algo, pero lo más seguro es que si lleváis parte de la noche echándoos miradas en el bar, no es que no se acerca porque no le intereses, sino porque es igual de tímido que tú. Caemos mucho en el error de pensar que nosotros podemos ser tímidos y costarnos acercarnos a la persona que nos gusta, y pensar que la otra persona no lo es. Conozco a más de una persona (entre las que me incluyo) que cuando sale por la noche y se da cuenta de que está ligando, empieza a hacerse un lío y a sacar todas las inseguridades de las que puede hacer gala. La vida es mucho menos complicada de lo que nos la pintamos: si alguien nos gusta, vamos a por ello, al fin y al cabo, lo peor que nos puede pasar es que la otra persona nos diga: "no".

3. He cometido un error que pagaré toda mi vida: Ser un mártir del sufrimiento está muy bien para los guiones de películas. Nos encantan los dramas televisados. Lo que ya no está tan bien es que tengas que flagelarte cada vez que piensas en el error que cometiste con aquella persona que decía que te quería, y lo que es peor, que esa misma persona te lo esté recordando incluso años después de que haya sucedido. Recordad una cosa: tan malo es que tú te creas una Scarlett O´hara urbana a que tengamos un Reth Butler que nos esté minando la existencia.

4. Las medidas del amor: Cuando somos jóvenes, existe una teoría que todos pensamos: tú me quieres menos de lo que yo te quiero a ti. Y después, cuando somos mayores, quedan resquicios de ese planteamiento, y ay amig@s, ese es un lastre que empezamos a cargar como aquellas mochilas con libros de la escuela. Pero escuchadme bien, la acumulación de puntos en el amor nunca es beneficioso: acabas por gastar muchas energías pensando en qué puedes hacer para sumar y no restar y acabas olvidándote de lo más importante: disfrutar.

5. Pensar en lo evidente, actuar en lo inesperado: Nos encanta pensar, nos encanta hacernos ideas en la cabeza que muchas veces poco tienen que ver con la realidad o que, al menos, tiene que ver con nuestra realidad. Por eso, nos olvidamos de una parte en concreto de la relación: que no la formas tú solo, sino que hay otra persona que tiene algo que decir. En psicología hay un concepto que se llama "efecto Pigmalión" por el que nos creamos una idea tan fija en la cabeza que al final hacemos que esa idea se haga realidad. Por eso, plantearos una cosa: si yo me paro a pensar que la persona con la que estoy se va a comportar de una manera determinada, ¿no es posible que al final no me comporte de tal forma que haga que eso sea posible? Porque no hay nada peor que creernos inmunes a cualquier tipo de error de percepción.

Lo mejor de ser imperfecto es que puedes aprender de tus errores. Si va pasando el tiempo y te das cuenta de que te has equivocado, es posible que en el futuro, no vuelvas a cometer los mismos fallos. Aunque bueno, bien mirado, es muy probable que a pesar de todo sigamos cometiendo los mismos fallos, que los repitamos hasta la eternidad porque dicen que el ser humano es el único animal que tropieza en la misma piedra una y otra vez. Pero lo mejor es saber que esa piedra, en un momento determinado, se puede sortear y que, siendo optimistas, hay barreras que siempre se pueden romper.

martes, 4 de enero de 2011

Citas (o el arte de crear engendros tenebrosos)

Mi primer pedido. Estoy que no me lo creo. Ahora resulta que me he vuelto cuasi famoso y hay amigas que me piden que escriba sobre sus experiencias, sobre la vida diaria de la gente que conozco (como si no lo estuviera haciendo ya desde hace tiempo, ja). Pues aquí estoy, un día más, una noche más, después de haber pasado un día infernal entre papeles de regalos y clientes pesados (qué queréis, el blog no me da para comer, y ahora que lo pienso, mi trabajo tampoco), escribiendo para todos vosotros, porque, como ya he dicho antes, una amiga mía me ha pedido que hable de un tema, de algo que a ella se le había escapado desde hacía tiempo, porque nunca se había planteado que pudiera existir el mundo de las citas virtuales. Sí amigos, eso que llamamos "quedar un chico de internet". Que conste que yo he quedado con gente, que hay gente agradable, que te encuentras a veces a esa persona que dices "dios, por qué no dejará de hablar y le comeré la boca, venga, me voy a casa para no hacer el ridículo", e incluso haces amistades nuevas que se alargan con los años. Pero, como ya os podéis imaginar, no estoy aquí para hablaros de ese mundo fantástico y lleno de polvo de hadas que encierra éste, nuestro mundo virtual. No, no, lo que voy a contar aquí son pequeñas experiencias de gente que me ha contado aquello que tanto tememos: juntarnos con el enemigo, y no darnos cuenta. Allá voy... abróchense los cinturones:

1. Soy un psicópata, ¿puedo agobiarte?: Quedas con alguien, comes con ese alguien, la conversación se distiende tanto que hasta piensas: "ostia, alguien normal". Os despedís con dos castos besos (que eso de ser un chico / una chica fácil no va con vosotros) y cada uno se va a su casa. Y hasta te alegras (oh, válgame el cielo) de haber pasado una tarde agradable, y distinta. Llega la noche, todo se funde a negro, pero... ¿qué es eso que ves a lo lejos? Ah sí, tu luz del móvil que se enciende, te dice que te ha llegado un mensaje del susodicho que te dice que se lo ha pasado muy bien. Ok, yo también gracias. Dos segundos después, te suena un zumbido del messenger del susodicho, pero tú no lo escuchas porque estás en el baño. Cuando vuelves a estar en frente de la pantalla te encuentras cuatro zumbidos más, dos mensajes de "¿donde estás, te estoy hablando por el messenger pero no contestas?", más zumbidos, más llamadas perdidas, más mensajes de "¿estás ahí?", y ya, cuando empiezas a pensar que no podía ser más surrealista la situación (y todo por una comida, qué hubiera pasado con un polvo) va y te pregunta "cuando estés libre me avisas, que me tienes confundido". Yo me pregunto, ¿confundido de qué? ¿que parte de "si no te contesto a ninguna de tus llamadas es por algo" no entiendes? ¿será que tener una vida propia no va contigo? Y eso que encima, porque siempre recordamos este tipo de afirmaciones categóricas, él te ha dicho "que es una persona independiente y que necesita tener su espacio" (ay amigos, él os ha dicho que necesita SU espacio, no que va a respetar el VUESTRO). En un arranque de serenidad le mandas un mensaje tranquilo, sosegado, de esos en los que te muerdes la lengua, pero aun así él vuelve a las andadas y al día siguiente te llama desde un número oculto y tú le coges porque estás esperando una llamada importante. Conclusión: amárrate la camisa de fuerza, que los del psiquiátrico te tienen un sitio reservado.

2. Me encantas, me encantas, me encantas, me encaaaaaaantas: Me gusta que me aduñen, ¿a quién no le gusta que le digan cosas bonitas? Llamadme raro, pero a mí, cuando me dicen " eres más guapo en persona que por foto", se me queda una cara de bobalicón que no puedo con ella. Pero hay sujetos que conciben las palabras como un todo o un nada. O conmigo o contra mí. Te tomas un café, puede que hasta una cerveza si nos ponemos más serios con la conversación, estás a gusto. Vuelves a casa, te conectas, y tienes un mensaje de esa persona que te dice "me lo he pasado genial contigo, me ha encantado conocerte, no creía que existía gente como tú, me encantas". En otra situación, a ti se te hubiera hecho el chichi agua cuando lo hubieras leído, pero ¿es normal que una persona te diga esas palabras cuando te conoce de 1 hora? Ojo, que no digo yo que no puedas decirle a alguien "jo, que majo eres", no sé, frases generales, o incluso echándole huevos al asunto, con la gracia que nos caracteriza a veces, un "me hubiera encantado comerte la boca" (que eso de comer la boca siempre suena bien y además, qué queréis que os diga, a mí me encanta hacerlo y que me lo hagan). Anyway, el caso es que empezar tu discurso con aquellas palabras tan grandilocuentes, tan inmensas, tan de "acabo de meterme en vena películas edulcoradas de San Valentín" y, lo que es peor, acabar el monólogo con un "creo que te quiero", son palabras mayores. Y cuando les dices "es que... no te conozco apenás, yo no siento lo mismo" (por quedar bien, sí, hay que reconocerlo) te saltan con un "que falso eres, pensé que eras diferente" que te deja sin saber qué hacer: reírte ante la pantalla o llorar desconsoladamente, pensando que la gente normal se ha mudado a otro planeta. Conclusión: cuando una persona no quiere escuchar la realidad, cuando una persona piensa que enamorarse es lo mismo que comprarse best seller de Dan Brown (fácil y con poco desgaste) sólo queda una opción, hacer como que no ha existido nunca.

3. Porque cuando yo como, tú intentas quitarme el plato: Hablas con una persona, os contáis cosas que no le contarías a otra persona porque, qué quieres, llevar tiempo hablando implica cierta confianza y, además, escribir siempre fue más fácil que hablar para algunos. En resumen, que os encantáis. Y llega el momento fatídico, esa pregunta de "¿cuando quedamos?" y la otra persona te dice, es que me da corte, es que no me atrevo, es que creo que necesito más tiempo. Y tú, que eres de naturaleza paciente, que intentas entender a todo el mundo, le das tiempo, pero quedas con más gente porque, y como en tu naturaleza también está el ser claro, se lo has dicho a él y te ha dicho que no le importa, que es normal, que las personas tenemos que conocer a gente nueva y bla bla bla. Y cuando vuelves a casa después de haber pasado una tarde agradable, va la persona que hacía unos días te había dicho toda esa parafernalia que puedes encontrar en un libro de Jorge Bucay, y te pone a caer de un guindo porque resulta que es como si le hubieras puesto los cuernos, que pensaba que le decías lo de quedar con otros en broma, que pensaba que tú tenías suficiente con su relación (¿?), y que le has decepcionado. Y es que, queridos, la estupidez es muy osada y a veces hace hablar al que más tiene que callar. Tú le dejas hablar, le dejas que se desahogue, que grite, que patalee, que incluso te llame "cabrón" e insultos peores, porque, pobrecillo, se le ve afectado. Y cuando acaba, te quedas mirando la pantalla y piensas ¿qué necesidad tengo yo de aguantar esto? ¿realmente puede una persona decirme a mí que soy un cabrón cuando he sido claro en todo momento? ¿hay acaso una forma de decir en broma "voy a quedar con otra persona para tomar un café"? Conclusión: le dices que sientes que se lo haya tomado así, pero que con perros del hortelano, no puedes alimentarte, y estás muy flaco/a como para perder comidas en el día.

En el inicio del universo, dicen que hubo una explosión tan grande que, con ella, con ese Big Bang tan enorme, se empezó a crear el mundo. Lo que nos han ocultado, es que con tanto choque, el cerebro de algunas personas se quedó atrofiado. Cuando a mí me cuentan estas historias siempre pienso una cosa "¿pero esto puede ser real?", y llego a mi casa pensando que debería existir una realidad paralela en la que se han quedado las personas normales y corrientes que son claras, directas, que no piensan más de la cuenta, que no interpretan cada palabra como a ellos mejor le convienen y que, oh no, qué cosas me digo, ¡si dicen algo es porque es verdad!. Por eso, amig@s navegantes que me leéis, os digo una cosa: en el mismo momento en que el portal al otro universo se abra, llamadme, avisadme, haced lo que queráis, pero por favor, compartid la información para que podamos juntarnos todos en paz y armonía. Para que luego no digan que no nos ayudamos entre nosotros.