lunes, 24 de enero de 2011

Mentiras (o el perro del hortelano me come la cena)

Esquivas las hostias. Te has entrado durante años para saber cuándo vienen, cuándo están a punto de llegar, y sabes el momento exacto en el que tienes que girar para que pasen de largo. Pero... en algún momento, va una y te da de lleno en la cara. No la has podido ver, te da de lleno y piensas: ¿Esto que es? ¿Por qué no he podido verla si me he entrenado tanto? La respuesta es muy sencilla: porque por mucho que te entrenes, siempre habrá algo que tenga la capacidad de desestabilizarte. Pero no tienes que desmoralizarte, para nada, porque tú estás curtido/a en mil batallas y te levantas al instante y sigues sorteando hostias, mientras vas disfrutando de la vida lo mejor que puedes. Lo importante es verlo todo con el optimismo necesario para que el vaso no esté medio vacío sino medio lleno. Eso nos han enseñado, al fin y al cabo, ¿no?. Bien, una vez que hemos interiorizado la teoría, vamos con la práctica. ¿Por qué, si todos podemos ver lo que tenemos en frente, nos aferramos durante mucho tiempo a algo que nos está produciendo gangrena emocional? Pues porque somos así, porque nos enamoramos como adolescentes (aunque no lo seamos tanto ya) de la mayor de las tonterías y nos cuesta soltarlo. No nos gusta abandonar y, en algunos casos, no nos gusta dejar las cosas sin tener la sensación de que, al menos, hemos luchado por ello. Yo, sin ir más lejos, me he aferrado tantas veces a un clavo que ardía, que la piel de la palma de mis manos parece el Cañón del Colorado, con tanto relieve que cicatrizar. Y eso que a mí, el prospecto me decía: "te querrá toda la vida". Claro que, sólo me dediqué a mirar la posología, no los efectos secundarios.
El imaginario colectivo de las relaciones está plagado de ejemplos que nos pondrían los pelos de punta. Hablando con gente, cada vez pienso que estoy mejor soltero, pero claro, como a uno le gusta más un caramelo que otra cosa, pues qué queréis, me encanta conocer gente, conocer chicos, y hay veces, oh madre mía, que hasta me ilusiono con alguien (llamadme tonto de remate, pero todavía conservo la esperanza de encontrar a alguien con historias cerradas a cal y canto), y aunque luego llegue la desilusión, vuelvo a caer. Soy como las luciérnagas a la luz, o como Gollum con su tesoro, que por mucho que sepa que me va a hacer daño, sigo yendo a por ello. Anyway, el caso es que durante estos días me he parado a pensar en eso, en la gente que vive para su ex, en la gente que mira para atrás por miedo a que su ex le vea darse un beso con alguien, en definitiva, en las personas que viven emparejados con su ex como si fuera una relación que no ha acabado. Así que ahí van mis reflexiones:

1. La madre que te parió debió quedarse contenta: El tema es: ¿qué te retiene para que no cortes la relación simbiótica con tu ex? Puede haber múltiples razones, pero la que más me sorprendió en su momento fue la que me dijo un chico: "es que, lo está pasando mal y me da pena dejarle tirado". Esto... yo no es por decirte nada que te haga daño, pero... mientras tú estás dejando pasar oportunidades, tu ex está metiendo la lengua en todo orificio que se le pone a tiro. Y te lo digo con cariño...

2. Arrollado por un tren: En este momento estoy en un momento complicado de mi vida. Esta es la frase que, en algún momento, todos hemos utilizado. Y no me parece mal, siempre y cuando sea verdad. Pero lo que no me parece de recibo es que te lo digan, tú lo aceptes, tú creas que esa persona realmente lo está pasando mal y necesita un tiempo de soledad para ordenar sus ideas, y dos días después te diga que ha encontrado en otra persona lo que no tenías tú (esta clase de personas sabe muy bien cuándo hablan y lo que dicen). Y lo peor es que, a veces, te quedas enganchado a lo que te habían dicho antes y no te das cuenta de que te están tomando el pelo... (será por efecto del shock?)

3. El invierno es muy largo, el verano muy corto: Vamos cambiando con el tiempo, pero lo que no es de recibo es que, según sea una estación u otra, la gente te diga que siente una cosa y después la contraria. O lo que en el lenguaje de la calle es "tu lo que quieres es sopas y sorber". Y, por ahi no hay que pasar. Porque tan denigrante es que sepamos que tenemos una persona detrás y no le dejemos las cosas claras, como que nos utilicen como kleenex de usar y tirar. Porque, que yo sepa, nadie se ha muerto por comerse los mocos.

4. Tres tazas de cianuro, por favor: No suelo ser partidario de la violencia, pero es que a veces, te dan ganas de pegar más de un tortazo a la gente. Tan importante es saber decir las cosas, como saber cuando callar. Y no hay cosa más desagradable que estar sentado en frente de una persona y saber que te está mintiendo. Pero mucho peor es quedarse anclado en la excusa de "por algo lo hará". Porque si empezamos a justificar las acciones de los otros, nos olvidamos de las nuestras, y eso... ay amigos/as, eso siempre acaba mal.

Cuando nos duele algo, tiramos de medicamentos. Nos alivian el dolor, nos calman momentáneamente el malestar, y nos dejan una sonrisilla bobalicona que desaparece cuando vuelve el dolor a escena. Algo así pasa con esas personas que aparecen y desaparecen de tu vida como el Guadiana. Aparecen, tocando los botones exactos para que se nos vaya el dolor de su pérdida, y después, cuando ya han obtenido el regalo (ejem) desaparecen y te dejan con el malestar de nuevo. Así que, como estoy un poco harto de los círculos viciosos, he decidido cortar por lo sano: cuando vuelvas, te esperaré, pero con un bate de beisbol para que, al menos, cuando te vayas, sepas lo que es el dolor de verdad.

jueves, 13 de enero de 2011

Cuestas (o el arte de subir escalones interminables)

Es el eterno dilema. ¿Tener miedo a enamorarnos o no? ¿Estamos dispuestos a que alguien nos guste más de la cuenta o, por el contrario, nos conformamos con hacernos miraditas y dejar pasar el tiempo? Y es que, estamos tan acostumbrados a que las relaciones sean fugaces, que cuando vemos a alguien que se interesa más de la cuenta, muchos de nosotros, creemos que no estamos preparados para algo "serio" (y sí, no me he confundido al ponerlo entre comillas), y nos empiezan a salir sarpullidos en los lugares más recónditos de nuestro cuerpo, y salimos corriendo. ¿Será que tenemos miedo de que alguien nos quiera? ¿Puede ser que en el fondo nos creamos poca cosa para que alguien nos mantenga la mirada más de un segundo y decida acercase para preguntarnos como nos llamamos? Creo que internet ha facilitado conocer a las personas. Nos acerca, de una manera o de otra, a diferentes personas con las que compartir ciertos momentos, pero a la vez, como pasa con todo, esto del mundo virtual ha desvirtuado (paradojas de la vida) el mundo emocional hasta límites insospechados: hay desde el que se enamora en la primera conversación y se cree con el derecho de, con poca o mucha sutileza, decirte cómo tienes que ser o los que alargan alargan y alargan las conversaciones, para al final no mantener más que una especie de amor platónico (con una pantalla y una imagen en movimiento) que no sale de las cuatro esquinas del monitor. Y es que, a pesar de que intentamos aprender, seguimos con los fallos amigos, amigas y demás compatriotas. Por eso (y porque más gente me ha dado ideas) sigo con la lista de errores, porque no está mal que alguien que los ha cometido los escriba:

1. Los niveles superiores e inferiores: ¿Quien otorga a una persona un nivel determinado? ¿Quién coño se puede erigir en el rey para dar los títulos de nobleza y plebe a la gente? El caso es que la respuesta es sencilla: nos los creamos nosotros mismos. Conozco a mucha gente que está en pareja y me dice: es que él es una persona más interesante que yo. Esto... ¿perdona? ¿acaso alguien te ha dicho que tú no eres importante? ¿quizá es que tú estés tan pendiente de la otra persona que te hayas olvidado de mirarte al espejo y ver que eres una persona tan importante (o más) que el otro a quien quieres? La autoestima es algo traicionero: tan pronto como te eleva hasta el cielo, te hace caer al suelo como si fueras Icaro, al que se le derriten las alas por el calor del sol. ¿El truco? Lo simple es lo más sencillo: a pesar de que te equivoques con la persona que has elegido, siempre hay que tener presente que uno vale por sí mismo, no por las etiquetas que le quieran poner.

2. La mamá pato: Cuidar a tu pareja es muy sano. No sé, mimarla, quererla, tener detalles con ella. Lo lógico cuando se quiere a alguien y quieres verle feliz. Pero lo que no nos podemos permitir es salir del nido de nuestra madre, independizarnos mentalmente de lo que es la familia y los roles que han sido establecidos, para caer con nuestra pareja en otros iguales. Cuando te des cuenta de que estás con una persona que es como un enfermo que necesita cuidados las 24 horas del día, plantéate la siguiente pregunta: ¿tengo el título de medicina? En caso negativo, ya sabes; en caso afirmativo, plantéate que si tienes que echar mano del vademécum cada dos por tres, lo más lógico es empezar a cobrar por tus servicios de enfermera.

3. Déjalo fluir, déjalo correr: Entiendo a esas personas que tienen una relación fusional con su pareja. Los entiendo porque yo también la he tenido: la sensación de perder a tu pareja si no la ves durante dos días, puede ser una espada de Damocles en toda regla. Pero de relación a obsesión sólo nos separan unas pocas letras. Pero, ¿qué pasa cuando tú estás tan enamorado que no te das cuenta de que la persona que está contigo está pasando el rato? Cuando una persona está saliendo con alguien por el simple hecho de poder decir "tengo novio/a", es cuando nos tenemos que empezar a echar a temblar. Porque, ¿qué podemos esperar de alguien que pasa el tiempo con nosotros como si fuera una pantalla del nuevo videojuego de moda? Pues eso mismo, que en cuanto llegue al final de los niveles, dejará el videojuego perdido en la balda, cogiendo polvo y pensando: ¿y para qué habré comprado yo esto?

4. Las estaciones cambian: Hay trastornos de la personalidad de todo tipo: esquizofrenia, límites, paranoides, inespecíficos, no sé, una barbaridad (quien quiera más información, que vaya al DSM IV, por dar alguna clasificación de referencia). El caso es que, amigos/as, la gilipollez no entra dentro de ese tipo de taxonomías. ¿Qué pasa cuando una persona con la que estás a gusto, en un momento determinado, parece que ha sido engullido por la bipolaridad y se comporta como el ogro del cuento? Pues que cometemos el error de intentar comprenderlo porque esa misma persona nos dijo en su momento "es que yo soy así" y lo justificamos diciendo "pobrecito, él/ella es así". Y es que, decidme si no tengo razón, ¿si estáis con una persona a la que tenéis que coger con pinzas por si acaso le sienta mal algo de lo que hacéis o decís qué pensáis? Pues yo, que prefiero jugar al buscaminas, allí al menos es más fácil darle a la X para cerrar.

Hay un momento para todo. Para tener pareja, para estar soltero, para cagarte en todo porque estás soltero, no sé, un montón de situaciones por las que pasar. El truco en todo este entramado no es otro que no tener pretensiones, no jugar con las expectativas como si fueras un trapecista a punto de caerse sin red. Porque hace tiempo me dijeron una frase que se me quedó grabada y que me ha permitido darme batazacos, pero, al menos, ser consciente de por qué me los doy: sólo se desilusiona quien se ha ilusionado antes. Y es que, ¿qué problema hay en ilusionarse por alguien? ¿Acaso tenemos miedo de que alguien descubra que, oh válgame el cielo, somos seres humanos? ¿Es posible que hayamos aprendido tan poco de nuestra vida como para no saber llevar una vida en pareja? ¿O es que las parejas ya no se llevan en la vida?

martes, 11 de enero de 2011

Errores (o cuando fallas y vuelves a fallar)

Vuelvo a la carga. Porque, al fin y al cabo, nadie dijo que esto de la vida fuera fácil, y mucho menos que la vida emocional tuviera que serlo. Lo repito, por si alguien no lo ha entendido todavía: me encantan los hombres, soy pragmático, me encanta el sexo y si me pusiera a mirarme en un espejo, estoy seguro de que encontraría más de un fallo que tengo que pulir. Pero es que querid@s, nunca dije que fuera perfecto. Por eso, cuando nos juntamos a la mesa, tomando un café, y nos ponemos a teorizar por qué estamos solteros, mis compañeros de viaje y yo siempre acabamos con la misma conclusión: tenemos un problema (en la cabeza o en otra parte, lo dejo a vuestra elección). Y es que, ¿qué sucede cuando te das cuenta de que has estado escogiendo a la gente que conoces siguiendo un patrón de conducta taaaaaan evidente (para ti no claro, para ti nunca ha sido evidente sino todo lo contrario) que te hace caer una y otra vez en monstruos de todo tipo? Si resulta que somos personas adultas, que se presupone que tenemos dos dedos de frente (yo cuatro, que mis entradas capilares son como una mina de carbón con metros de profundidad), ¿cómo es posible que si tenemos claro lo que no queremos, sigamos repitiendo la misma secuencia una y otra vez? Yo, en calidad de psicólogo licenciado (a uno que le gusta sacar título y pecho, qué queréis), sé que existen muchas teorías que explican el amor, que explican el deseo desde una perspectiva hormonal (que vivan las feromonas), cognitiva (yo pienso que tú piensas que él piensa que yo pienso, y así hasta el infinito) o conductual (si tú haces yo hago, y si no haces, que te den por el ano). Por eso, entre los muchos errores que cometemos, he encontrado entre mi círculo algunas cosas que se repiten, así que ahí van, estad atentos (y si lo estáis haciendo, mirad lo que os digo: SI NO FUNCIONA, NO LO REPITAS):

1. Esperar y seguir esperando: No estamos acostumbrados a esperar, pero a la vez, cuando hemos conocido a alguien, nos quedamos mirando la pantalla del teléfono móvil y pensamos "es que... si le llamo o le mando un mensaje se va a dar cuenta de que me interesa". Esto... no es por ser tiquismiquis pero... ¿no se supone que esa persona te interesa? ¿no estás deseando volver a quedar con él porque has pasado una tarde agradable? Esperar está bien, nos da una perspectiva de lo que hacemos o lo que queremos hacer, pero no os equivoquéis, no tener iniciativa y quedarnos ahí parados, esperando que sea la otra persona la que dé señales de vida suele ser un error (a la par que un gasto de energía inmenso). Si te apetece decirle "me lo he pasado muy bien", díselo; si quieres escribirle y decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos", díselo; si lo que te apetece es decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos, creo que me gustas demasiado" y sólo has quedado con él/ella una vez, piénsatelo, porque entonces sí, es el momento de esperar.

2. Si él no se acerca será por algo: Pues sí, será por algo, pero lo más seguro es que si lleváis parte de la noche echándoos miradas en el bar, no es que no se acerca porque no le intereses, sino porque es igual de tímido que tú. Caemos mucho en el error de pensar que nosotros podemos ser tímidos y costarnos acercarnos a la persona que nos gusta, y pensar que la otra persona no lo es. Conozco a más de una persona (entre las que me incluyo) que cuando sale por la noche y se da cuenta de que está ligando, empieza a hacerse un lío y a sacar todas las inseguridades de las que puede hacer gala. La vida es mucho menos complicada de lo que nos la pintamos: si alguien nos gusta, vamos a por ello, al fin y al cabo, lo peor que nos puede pasar es que la otra persona nos diga: "no".

3. He cometido un error que pagaré toda mi vida: Ser un mártir del sufrimiento está muy bien para los guiones de películas. Nos encantan los dramas televisados. Lo que ya no está tan bien es que tengas que flagelarte cada vez que piensas en el error que cometiste con aquella persona que decía que te quería, y lo que es peor, que esa misma persona te lo esté recordando incluso años después de que haya sucedido. Recordad una cosa: tan malo es que tú te creas una Scarlett O´hara urbana a que tengamos un Reth Butler que nos esté minando la existencia.

4. Las medidas del amor: Cuando somos jóvenes, existe una teoría que todos pensamos: tú me quieres menos de lo que yo te quiero a ti. Y después, cuando somos mayores, quedan resquicios de ese planteamiento, y ay amig@s, ese es un lastre que empezamos a cargar como aquellas mochilas con libros de la escuela. Pero escuchadme bien, la acumulación de puntos en el amor nunca es beneficioso: acabas por gastar muchas energías pensando en qué puedes hacer para sumar y no restar y acabas olvidándote de lo más importante: disfrutar.

5. Pensar en lo evidente, actuar en lo inesperado: Nos encanta pensar, nos encanta hacernos ideas en la cabeza que muchas veces poco tienen que ver con la realidad o que, al menos, tiene que ver con nuestra realidad. Por eso, nos olvidamos de una parte en concreto de la relación: que no la formas tú solo, sino que hay otra persona que tiene algo que decir. En psicología hay un concepto que se llama "efecto Pigmalión" por el que nos creamos una idea tan fija en la cabeza que al final hacemos que esa idea se haga realidad. Por eso, plantearos una cosa: si yo me paro a pensar que la persona con la que estoy se va a comportar de una manera determinada, ¿no es posible que al final no me comporte de tal forma que haga que eso sea posible? Porque no hay nada peor que creernos inmunes a cualquier tipo de error de percepción.

Lo mejor de ser imperfecto es que puedes aprender de tus errores. Si va pasando el tiempo y te das cuenta de que te has equivocado, es posible que en el futuro, no vuelvas a cometer los mismos fallos. Aunque bueno, bien mirado, es muy probable que a pesar de todo sigamos cometiendo los mismos fallos, que los repitamos hasta la eternidad porque dicen que el ser humano es el único animal que tropieza en la misma piedra una y otra vez. Pero lo mejor es saber que esa piedra, en un momento determinado, se puede sortear y que, siendo optimistas, hay barreras que siempre se pueden romper.

martes, 4 de enero de 2011

Citas (o el arte de crear engendros tenebrosos)

Mi primer pedido. Estoy que no me lo creo. Ahora resulta que me he vuelto cuasi famoso y hay amigas que me piden que escriba sobre sus experiencias, sobre la vida diaria de la gente que conozco (como si no lo estuviera haciendo ya desde hace tiempo, ja). Pues aquí estoy, un día más, una noche más, después de haber pasado un día infernal entre papeles de regalos y clientes pesados (qué queréis, el blog no me da para comer, y ahora que lo pienso, mi trabajo tampoco), escribiendo para todos vosotros, porque, como ya he dicho antes, una amiga mía me ha pedido que hable de un tema, de algo que a ella se le había escapado desde hacía tiempo, porque nunca se había planteado que pudiera existir el mundo de las citas virtuales. Sí amigos, eso que llamamos "quedar un chico de internet". Que conste que yo he quedado con gente, que hay gente agradable, que te encuentras a veces a esa persona que dices "dios, por qué no dejará de hablar y le comeré la boca, venga, me voy a casa para no hacer el ridículo", e incluso haces amistades nuevas que se alargan con los años. Pero, como ya os podéis imaginar, no estoy aquí para hablaros de ese mundo fantástico y lleno de polvo de hadas que encierra éste, nuestro mundo virtual. No, no, lo que voy a contar aquí son pequeñas experiencias de gente que me ha contado aquello que tanto tememos: juntarnos con el enemigo, y no darnos cuenta. Allá voy... abróchense los cinturones:

1. Soy un psicópata, ¿puedo agobiarte?: Quedas con alguien, comes con ese alguien, la conversación se distiende tanto que hasta piensas: "ostia, alguien normal". Os despedís con dos castos besos (que eso de ser un chico / una chica fácil no va con vosotros) y cada uno se va a su casa. Y hasta te alegras (oh, válgame el cielo) de haber pasado una tarde agradable, y distinta. Llega la noche, todo se funde a negro, pero... ¿qué es eso que ves a lo lejos? Ah sí, tu luz del móvil que se enciende, te dice que te ha llegado un mensaje del susodicho que te dice que se lo ha pasado muy bien. Ok, yo también gracias. Dos segundos después, te suena un zumbido del messenger del susodicho, pero tú no lo escuchas porque estás en el baño. Cuando vuelves a estar en frente de la pantalla te encuentras cuatro zumbidos más, dos mensajes de "¿donde estás, te estoy hablando por el messenger pero no contestas?", más zumbidos, más llamadas perdidas, más mensajes de "¿estás ahí?", y ya, cuando empiezas a pensar que no podía ser más surrealista la situación (y todo por una comida, qué hubiera pasado con un polvo) va y te pregunta "cuando estés libre me avisas, que me tienes confundido". Yo me pregunto, ¿confundido de qué? ¿que parte de "si no te contesto a ninguna de tus llamadas es por algo" no entiendes? ¿será que tener una vida propia no va contigo? Y eso que encima, porque siempre recordamos este tipo de afirmaciones categóricas, él te ha dicho "que es una persona independiente y que necesita tener su espacio" (ay amigos, él os ha dicho que necesita SU espacio, no que va a respetar el VUESTRO). En un arranque de serenidad le mandas un mensaje tranquilo, sosegado, de esos en los que te muerdes la lengua, pero aun así él vuelve a las andadas y al día siguiente te llama desde un número oculto y tú le coges porque estás esperando una llamada importante. Conclusión: amárrate la camisa de fuerza, que los del psiquiátrico te tienen un sitio reservado.

2. Me encantas, me encantas, me encantas, me encaaaaaaantas: Me gusta que me aduñen, ¿a quién no le gusta que le digan cosas bonitas? Llamadme raro, pero a mí, cuando me dicen " eres más guapo en persona que por foto", se me queda una cara de bobalicón que no puedo con ella. Pero hay sujetos que conciben las palabras como un todo o un nada. O conmigo o contra mí. Te tomas un café, puede que hasta una cerveza si nos ponemos más serios con la conversación, estás a gusto. Vuelves a casa, te conectas, y tienes un mensaje de esa persona que te dice "me lo he pasado genial contigo, me ha encantado conocerte, no creía que existía gente como tú, me encantas". En otra situación, a ti se te hubiera hecho el chichi agua cuando lo hubieras leído, pero ¿es normal que una persona te diga esas palabras cuando te conoce de 1 hora? Ojo, que no digo yo que no puedas decirle a alguien "jo, que majo eres", no sé, frases generales, o incluso echándole huevos al asunto, con la gracia que nos caracteriza a veces, un "me hubiera encantado comerte la boca" (que eso de comer la boca siempre suena bien y además, qué queréis que os diga, a mí me encanta hacerlo y que me lo hagan). Anyway, el caso es que empezar tu discurso con aquellas palabras tan grandilocuentes, tan inmensas, tan de "acabo de meterme en vena películas edulcoradas de San Valentín" y, lo que es peor, acabar el monólogo con un "creo que te quiero", son palabras mayores. Y cuando les dices "es que... no te conozco apenás, yo no siento lo mismo" (por quedar bien, sí, hay que reconocerlo) te saltan con un "que falso eres, pensé que eras diferente" que te deja sin saber qué hacer: reírte ante la pantalla o llorar desconsoladamente, pensando que la gente normal se ha mudado a otro planeta. Conclusión: cuando una persona no quiere escuchar la realidad, cuando una persona piensa que enamorarse es lo mismo que comprarse best seller de Dan Brown (fácil y con poco desgaste) sólo queda una opción, hacer como que no ha existido nunca.

3. Porque cuando yo como, tú intentas quitarme el plato: Hablas con una persona, os contáis cosas que no le contarías a otra persona porque, qué quieres, llevar tiempo hablando implica cierta confianza y, además, escribir siempre fue más fácil que hablar para algunos. En resumen, que os encantáis. Y llega el momento fatídico, esa pregunta de "¿cuando quedamos?" y la otra persona te dice, es que me da corte, es que no me atrevo, es que creo que necesito más tiempo. Y tú, que eres de naturaleza paciente, que intentas entender a todo el mundo, le das tiempo, pero quedas con más gente porque, y como en tu naturaleza también está el ser claro, se lo has dicho a él y te ha dicho que no le importa, que es normal, que las personas tenemos que conocer a gente nueva y bla bla bla. Y cuando vuelves a casa después de haber pasado una tarde agradable, va la persona que hacía unos días te había dicho toda esa parafernalia que puedes encontrar en un libro de Jorge Bucay, y te pone a caer de un guindo porque resulta que es como si le hubieras puesto los cuernos, que pensaba que le decías lo de quedar con otros en broma, que pensaba que tú tenías suficiente con su relación (¿?), y que le has decepcionado. Y es que, queridos, la estupidez es muy osada y a veces hace hablar al que más tiene que callar. Tú le dejas hablar, le dejas que se desahogue, que grite, que patalee, que incluso te llame "cabrón" e insultos peores, porque, pobrecillo, se le ve afectado. Y cuando acaba, te quedas mirando la pantalla y piensas ¿qué necesidad tengo yo de aguantar esto? ¿realmente puede una persona decirme a mí que soy un cabrón cuando he sido claro en todo momento? ¿hay acaso una forma de decir en broma "voy a quedar con otra persona para tomar un café"? Conclusión: le dices que sientes que se lo haya tomado así, pero que con perros del hortelano, no puedes alimentarte, y estás muy flaco/a como para perder comidas en el día.

En el inicio del universo, dicen que hubo una explosión tan grande que, con ella, con ese Big Bang tan enorme, se empezó a crear el mundo. Lo que nos han ocultado, es que con tanto choque, el cerebro de algunas personas se quedó atrofiado. Cuando a mí me cuentan estas historias siempre pienso una cosa "¿pero esto puede ser real?", y llego a mi casa pensando que debería existir una realidad paralela en la que se han quedado las personas normales y corrientes que son claras, directas, que no piensan más de la cuenta, que no interpretan cada palabra como a ellos mejor le convienen y que, oh no, qué cosas me digo, ¡si dicen algo es porque es verdad!. Por eso, amig@s navegantes que me leéis, os digo una cosa: en el mismo momento en que el portal al otro universo se abra, llamadme, avisadme, haced lo que queráis, pero por favor, compartid la información para que podamos juntarnos todos en paz y armonía. Para que luego no digan que no nos ayudamos entre nosotros.