martes, 11 de enero de 2011

Errores (o cuando fallas y vuelves a fallar)

Vuelvo a la carga. Porque, al fin y al cabo, nadie dijo que esto de la vida fuera fácil, y mucho menos que la vida emocional tuviera que serlo. Lo repito, por si alguien no lo ha entendido todavía: me encantan los hombres, soy pragmático, me encanta el sexo y si me pusiera a mirarme en un espejo, estoy seguro de que encontraría más de un fallo que tengo que pulir. Pero es que querid@s, nunca dije que fuera perfecto. Por eso, cuando nos juntamos a la mesa, tomando un café, y nos ponemos a teorizar por qué estamos solteros, mis compañeros de viaje y yo siempre acabamos con la misma conclusión: tenemos un problema (en la cabeza o en otra parte, lo dejo a vuestra elección). Y es que, ¿qué sucede cuando te das cuenta de que has estado escogiendo a la gente que conoces siguiendo un patrón de conducta taaaaaan evidente (para ti no claro, para ti nunca ha sido evidente sino todo lo contrario) que te hace caer una y otra vez en monstruos de todo tipo? Si resulta que somos personas adultas, que se presupone que tenemos dos dedos de frente (yo cuatro, que mis entradas capilares son como una mina de carbón con metros de profundidad), ¿cómo es posible que si tenemos claro lo que no queremos, sigamos repitiendo la misma secuencia una y otra vez? Yo, en calidad de psicólogo licenciado (a uno que le gusta sacar título y pecho, qué queréis), sé que existen muchas teorías que explican el amor, que explican el deseo desde una perspectiva hormonal (que vivan las feromonas), cognitiva (yo pienso que tú piensas que él piensa que yo pienso, y así hasta el infinito) o conductual (si tú haces yo hago, y si no haces, que te den por el ano). Por eso, entre los muchos errores que cometemos, he encontrado entre mi círculo algunas cosas que se repiten, así que ahí van, estad atentos (y si lo estáis haciendo, mirad lo que os digo: SI NO FUNCIONA, NO LO REPITAS):

1. Esperar y seguir esperando: No estamos acostumbrados a esperar, pero a la vez, cuando hemos conocido a alguien, nos quedamos mirando la pantalla del teléfono móvil y pensamos "es que... si le llamo o le mando un mensaje se va a dar cuenta de que me interesa". Esto... no es por ser tiquismiquis pero... ¿no se supone que esa persona te interesa? ¿no estás deseando volver a quedar con él porque has pasado una tarde agradable? Esperar está bien, nos da una perspectiva de lo que hacemos o lo que queremos hacer, pero no os equivoquéis, no tener iniciativa y quedarnos ahí parados, esperando que sea la otra persona la que dé señales de vida suele ser un error (a la par que un gasto de energía inmenso). Si te apetece decirle "me lo he pasado muy bien", díselo; si quieres escribirle y decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos", díselo; si lo que te apetece es decirle "me lo he pasado muy bien, a ver cuándo lo repetimos, creo que me gustas demasiado" y sólo has quedado con él/ella una vez, piénsatelo, porque entonces sí, es el momento de esperar.

2. Si él no se acerca será por algo: Pues sí, será por algo, pero lo más seguro es que si lleváis parte de la noche echándoos miradas en el bar, no es que no se acerca porque no le intereses, sino porque es igual de tímido que tú. Caemos mucho en el error de pensar que nosotros podemos ser tímidos y costarnos acercarnos a la persona que nos gusta, y pensar que la otra persona no lo es. Conozco a más de una persona (entre las que me incluyo) que cuando sale por la noche y se da cuenta de que está ligando, empieza a hacerse un lío y a sacar todas las inseguridades de las que puede hacer gala. La vida es mucho menos complicada de lo que nos la pintamos: si alguien nos gusta, vamos a por ello, al fin y al cabo, lo peor que nos puede pasar es que la otra persona nos diga: "no".

3. He cometido un error que pagaré toda mi vida: Ser un mártir del sufrimiento está muy bien para los guiones de películas. Nos encantan los dramas televisados. Lo que ya no está tan bien es que tengas que flagelarte cada vez que piensas en el error que cometiste con aquella persona que decía que te quería, y lo que es peor, que esa misma persona te lo esté recordando incluso años después de que haya sucedido. Recordad una cosa: tan malo es que tú te creas una Scarlett O´hara urbana a que tengamos un Reth Butler que nos esté minando la existencia.

4. Las medidas del amor: Cuando somos jóvenes, existe una teoría que todos pensamos: tú me quieres menos de lo que yo te quiero a ti. Y después, cuando somos mayores, quedan resquicios de ese planteamiento, y ay amig@s, ese es un lastre que empezamos a cargar como aquellas mochilas con libros de la escuela. Pero escuchadme bien, la acumulación de puntos en el amor nunca es beneficioso: acabas por gastar muchas energías pensando en qué puedes hacer para sumar y no restar y acabas olvidándote de lo más importante: disfrutar.

5. Pensar en lo evidente, actuar en lo inesperado: Nos encanta pensar, nos encanta hacernos ideas en la cabeza que muchas veces poco tienen que ver con la realidad o que, al menos, tiene que ver con nuestra realidad. Por eso, nos olvidamos de una parte en concreto de la relación: que no la formas tú solo, sino que hay otra persona que tiene algo que decir. En psicología hay un concepto que se llama "efecto Pigmalión" por el que nos creamos una idea tan fija en la cabeza que al final hacemos que esa idea se haga realidad. Por eso, plantearos una cosa: si yo me paro a pensar que la persona con la que estoy se va a comportar de una manera determinada, ¿no es posible que al final no me comporte de tal forma que haga que eso sea posible? Porque no hay nada peor que creernos inmunes a cualquier tipo de error de percepción.

Lo mejor de ser imperfecto es que puedes aprender de tus errores. Si va pasando el tiempo y te das cuenta de que te has equivocado, es posible que en el futuro, no vuelvas a cometer los mismos fallos. Aunque bueno, bien mirado, es muy probable que a pesar de todo sigamos cometiendo los mismos fallos, que los repitamos hasta la eternidad porque dicen que el ser humano es el único animal que tropieza en la misma piedra una y otra vez. Pero lo mejor es saber que esa piedra, en un momento determinado, se puede sortear y que, siendo optimistas, hay barreras que siempre se pueden romper.

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