viernes, 20 de enero de 2012

Sexo (o los vicios ¿confesables?)

Estoy enfermo, y cuando yo me pongo enfermo me sale la mala leche. Es como esos alimentos que acaban agriándose en el fondo de la nevera, que tú los ves pudriéndose pero piensas, bah, para otro día. Y es que estar enfermo me reconcome queridos, así, como lo oís. Que malito estoy y que poco me quejo. Pero como todo, esto te ayuda a pensar, a quedarte mirando al techo mientras los virus campan a sus anchas para poder pensar en la vida, en cuál será el olor de las cosas que no huelen (sum sum, sum sum), en definitiva, en todas esas cosas que no te habías planteado hasta ese momento. Y a mí, que me gusta ser dramático hasta la existencia, resulta que me da por pensar en historias, en historias de la vida real, no os vayáis a creer que a mí eso de inventar se me da muy bien, porque, ¿para qué me voy a poner a inventar cuando tenemos a nuestro alcance historias tan buenas como las que vemos en las películas? Así que aquí están todos aquellos cuentos modernos (dos, para ser exactos) que he podido elaborar en tanto tiempo. Ahí van: 

1. El hotel de las estrellas sin sueño: Y es que a esta pareja les encantó el hotel. Les apasionó de manera sobrehumana el color de las cortinas, la suavidad de las sábanas y el desenfreno de probar algo que les había sido prohibido desde hacía tiempo. Porque ella estaba soltera, ay sí amigos, soltera hasta la médula por propia decisión. Pero él estaba casado, con un anillo reluciente en uno de los dedos de su mano derecho, que giraba de vez en cuando como si fuera su propia vida dando vueltas sin saber cuándo pararse. Y fue a detenerse en ese momento, en esa noche en la que los dos cuerpos se juntaron, se abrazaron, se besaron, y se follaron hasta el éxtasis más absoluto. Pero, ¿qué pasa con los sueños al despertarse? Pues que desaparece milady. Y como si se trata de una calabaza convertida en carroza se separaron hasta la próxima vez, hasta el siguiente bar donde abrazados en la oscuridad pudieran robarse un beso o hasta la siguiente fiesta en la que, por azares del destino, volvieran a juntarse para poder buscarse la boca, el cuerpo, las manos, las piernas, y toda la amalgama que supone un cuerpo ávido de sexo. 

2. Los extraterrestres de la casa helada: Las historias empiezan, se desarrollan y terminan. Fue todo muy rápido. Desde los inicios, sin conocerse, sin haberse planteado que las cosas pudieran salir mal, vivieron juntos. Se comunicaban, hablaban de los sueños, de planes de futuro que se revientan por falta de medios o miraban hacia atrás dándose cuenta de lo mucho que habían perdido, pero ganado al mismo tiempo. Pero como en las historias de amor que se cuentan corriendo, había un problema. Esta pareja no se tocaba, no se rozaba, ni siquiera intentaba sobrepasar el límite que la ropa les imponía. Y es que el sexo no estaba hecho para ellos. O para uno de los dos. Una noche, una mágica noche después del comienzo de año, mientras uno de los dos abría un cajón se encontró dos marcas de látex usadas. Pero todos sabían que no podían ser de ellos dos, la lógica prohibía pensar que sí. Por eso, ante la lógica, se prefirió la emoción, y al preguntar sobre la situación, sólo encontró negativas al respecto. Un "no" rotundo ante el hecho de que su pareja le hubiera engañado tan vilmente como sólo puede sucederle al malo del cuento cuando está a punto de acabar la historia. Porque así fue. Porque tras una semana de traiciones, de decepciones, de discursos creados para hacer sentir culpable a la persona equivocada, las maletas hicieron acto de presencia, la ropa empezó a volar de los armarios como si un hechizo las hubiera dado vida, y el viaje de regreso a la casa que le vio nacer, fue uno de los mejores regresos que esta persona recordará a lo largo de su existencia porque, mal que le pesen a algunos, volver no significa siempre un fracaso sino una victoria tan grande como lo puede ser el universo. 

Y es que al final queridos míos, navegantes de un mundo virtual que a veces me da miedo, da la sensación de que nos hemos vuelto tan insensibles al dolor, que creemos que hay ciertas cosas que son normales. Por eso yo os digo: si os mienten descaradamente por salvar el culo, no lo permitáis; si veis que os estáis embarcando en una relación que no es lo que queréis, luchad por algo que sí merezca la pena de verdad; si alguien intenta pisotear la ilusión que tenéis, pisotead vosotros con muchas más ganas el orgullo que crece en el cuerpo del otro y por último, si alguien os dice que no os merecéis sentiros bien con vosotros mismos, simplemente, y sin muchos miramientos, mandadle a la mierda. 

He dicho

No hay comentarios:

Publicar un comentario