sábado, 24 de julio de 2010

Cuernos (o el oscuro placer de rozar los techos)

Me gusta el sexo. Parece que a todos nos cuesta aceptar que alguien diga eso y se quede tan ancho. Pues sí, me encanta el sexo y es más, siempre que puedo lo practico (algo así como ser de una religión nueva y ser teórico y practicante a la vez). Pero que yo diga que me gusta el sexo no implica que, por ello, tenga que ser un desesperado que va cazando mariposas (cuando no moscones) por todas las calles, bares, restaurantes, pasillos, barras, y todo sitio donde pueda apoyarme, que encuentre por ahí. Es más, la mayoría de las veces (oh sí, os rechinarán las cuerdas vocales cuando lo leáis) no me apetece tener que aguantar el cuerpo de otra persona encima, o debajo, o al costado (cuanto daño a hecho el Circo del Sol, por dios).
Pero como he dicho antes que me gusta el sexo, que soy un practicante y que además teórico (¿la letra con sangre entra?) me propongo escribir una nueva trilogía sobre este tema. Esta primera parte trata sobre esas personas que no pueden tener su miembro guardadito en la bragueta ni tres segundos, teniendo más vida social que Lindsay Lohan, o convirtiendo sus ahorros en acciones para condones, juguetes eróticos, y demás utensilios. No me parece mal, todo lo que sea el disfrute y la innovación tiene su punto de morbo y de curiosidad que a mí (ahí va otra revelación personal) me pone cachondo. Pero, ¿qué sucede cuando esa persona tiene pareja y, aun así, va de cama en cama, probando las sábanas y los fluidos de otra persona? ¿Qué sucede en ese momento en el que te das cuenta de lo que pasa y te enfrentas a la situación y se lo planteas? Aquí van algunas de esas explicaciones tan sobrecogedoras que dan aquellos que, y como bien lo habíais imaginado, no tienen nada que explicar (ya se sabe que siempre habla quien más tiene que callar):

1. Cariño, no es lo que parece: Es un tópico, aparece en series de televisión, en películas, en novelas, pero por muy tópico que parezca, esto pasa en la realidad. Yo siempre me pregunto, ¿qué es aquello que no parece lo que es? ¿Acaso no estoy viendo con mis propios ojos que estás de rodillas con otra persona que no soy yo (a lo mejor es una versión mía de otra realidad alternativa, pero lo dudo) comiéndole la entrepierna mientras te agarra la cabeza para que sigas? ¿Acaso no estoy viendo como estás debajo de esa persona mientras rebuznáis de placer (que, por cierto, cariño, ese ruidito no lo haces conmigo)? Lo mejor en estos casos es no perder la compostura, plantarte como si hubiera aparecido tu superior, y mientras te giras dignamente (que pena no tener una melena en esas ocasiones), pensar que si aquel burro ha estado meneando la cola con otros, tú puedes encontrar a alguien que quiera hacerlo SÓLO contigo.

2. Es que no puedo evitarlo: Me encanta la gente que le echa la culpa al instinto. Como si yo tuviera que aceptar que eres más perro que persona. Los animales no pueden evitarlo, ellos son puro instinto: ven algo que les gusta, lo huelen, y después, les ves retozando alegremente. En cambio tú, querido amaestrador de perros, no tienes la voluntad suficiente para tener la bragueta subida y encima esa explicación me tiene que convencer. ¿Y qué se hace con estos individuos? La castración química no es una buena idea (se acaba la erección, pero no el deseo), coger una tijeras y hacerte un trajecito (pequeño, muuuuy pequeño) con lo que le cuelga no está bien visto (es lo que tiene haber visto El silencio de los corderos, luego te tienes que ver con el FBI persiguiéndote y chico, a ti no sé, pero a mí no me apetece que Jodie Foster ande pistola en mano). Lo mejor es mirarle a los ojos, acercarte suavemente y decirle: "Cariño, vete a la mierda, perdóname pero es que... no he podido evitar decírtelo".

3. Si me hubieras querido un poco más, no lo hubiera hecho: Esto de echar la culpa a los demás está muy visto querido. Si de verdad te hubiera querido un poco más, si te hubiera hecho más caso, si hubiera estado pendiente de ti las 24 horas del día, si te hubiera estado controlando hasta cuando ibas al baño, lo siento pero... lo hubieras hecho igual y además, yo hubiera caído en el síndrome del padre protector, y por ahí si que no paso.

4. Es que me apetecía probar cosas nuevas: Ah, perdona, que resulta que tú y yo, que compartimos una cama, que compartimos un sofá, que compartimos una mesa donde comemos, que compartimos viajes y hoteles, no podemos hacer cosas nuevas. Es más, ahora resulta que tú, que siempre te has vanagloriado de decirme que eras una persona "clara y directa" (te lo digo desde ya, cuando alguien dice, por activa y por pasiva, que es claro y directo, en realidad es todo lo contrario), no has tenido la oportunidad nunca de decirme "oye, me apetece hacer esto, ¿lo probamos?". Si quieres algo, vas a por ello y lo realizas. Así que no me vengas ahora con cuentos de que te daba vergüenza planteártelo. Lo peor en estos casos es que, el susodicho, cuando te está diciendo esto, REALMENTE SE LO CREE.

5. No sé por qué lo he hecho: Pues yo te lo voy a decir. Te has conectado a una página de contactos, has puesto en tu perfil que buscabas sexo, has mandado y te han enviado algún que otro mensaje, has visto la foto del que más te gustaba y le has contestado que dónde y a qué hora quedábais. Lo demás, me lo tendrás que explicar tú, pero no des demasiados detalles porque, perdona si resulto ser un poco especial, pero no me gusta saber cómo mi pareja ha estado en la cama con otro y encima, que esto es lo peor, se lo ha pasado mejor que cuando está contigo. Acepto que no sepas el teorema de Pitágoras, acepto que no sepas la tabla periódica de los símbolos químicos, acepto, no sé, que no sepas si te apetece un café con leche o un café solo, pero lo que no acepto es que me digas que te has acostado con otro sin saber la razón, porque mira, yo ahora mismo podría tirarte por la ventana, y cuando me preguntaran por qué lo hice, decir: "no sé por qué lo he hecho", ¿a que no te gustaría?

El sexo está muy bien. Se puede practicar de muchas maneras, y hay parejas de todo tipo que pueden aceptar que las dos partes se acuesten con otras, y me parece incluso sano si las dos personas están de mutuo acuerdo. Pero cuando uno levanta la bandera de la monogamia como si fuera el mantra de su discurso, me parece una falta de respeto en toda regla. Si quieres follar con todo lo que se menea, estupendo, pero no me hagas ver que me quieres mucho. Piensa un poco, y si después de todo ese ejercicio al que no estás acostumbrado, te das cuenta de que no te quieres ni a ti mismo para hacer ese sacrificio, no me vendas motos que nadie quiere vender. Porque para ir vender chatarra, puedo ir a cualquier desguace.

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