martes, 29 de marzo de 2011

Circo (o cuando los extraños salen de sus cuevas)

Welcome to the freak show! Bienvenido todo el mundo al maravilloso circo de los extraños! O lo que es lo mismo, para que vosotros, seres inteligentes, me entendáis: bienvenidos a un día en la vida de las relaciones truculentas, esas que escuchas y se te ponen los pelos de punta, esas con las que piensas: coño, esto no puede ser verdad, me tienes que estar tomando el pelo, y esas con las que, al final de escuchar la historia, se te escapa un sonoro "que bien estoy soltero" que ninguno nos creemos demasiado. Porque está claro que hay relaciones buenas de verdad, con las que te sientes a gusto, pero está claro que a todos nos aburre mucho leer historias de relaciones duraderas, de historias que van bien, y nos encanta escuchar esas pequeñas historias recién salidas del horno del inframundo, porque por efecto de la comparación pensamos: oye, pues que va a ser que yo no estoy tan mal como estoy. Por ello, y porque me apetece poner un toque gracioso a todo esto, voy con el circo de los extraños, con esa carpa donde te podrás encontrar (dentro de sus vitrinas, no te preocupes, no pueden tirársete al cuello) a las criaturas más extrañas de éste, nuestro mundo. Ahí vamos:

1. El vampiro de los Cárpatos: No he creído nunca en las historias que se cuentan sobre el Conde Drácula, o al menos no me las he creído tal y como las ha dibujado cierto sector de la literatura. Además, para qué centrarme en buscar personajes históricos, cuando a mi lado, sí sí chic@s, aquí a mi ladito, tengo a un vampiro que la sangre no me chupará, que ni siquiera me chupará otras cosas más apetecibles, pero ahora, las energías cosa mala. Este tipo de persona (o de criatura del averno) tiene un sólo motivo en la vida: debilitarte. Porque cuando tú te sientes por los suelos, él se siente por las nubes. Es algo así como que cuando tú lo único que quieres es encerrarte en su ataúd (mmmm, que gustito de calor y de poco aire para respirar) él tiene un resorte que le hace sentirse importante. ¿La solución? Una de dos: o le rocías con agua bendita esperando que se evapore de la misma, o sales huyendo como si hubieras visto una reposición de alguna de las películas de Meg Ryan en modo "repeat".

2. La hidra: Hércules, en la mitología griega (o en la versión de Disney, qué sé yo), cortaba la cabeza de esta criatura y al segundo, le crecían otras dos, y así sucesivamente (el chico, que se aburría, ya véis). Y dejando a un lado el momento ciencia ficción de las dobles cabezas, ¿que me decís de esas personas que, sin cortarles la cabeza, parece que tienen dos cerebros diferenciados, como si fueran dos personas completamente diferentes, según se hayan levantado con el pito más apretado por el calzoncillo o no? Y es que, según podéis observar en esta vitrina de aquí, si el sujeto mira a la izquierda os encontraréis con una persona afable, cariñosa, casi ese tipo de gente de la que te enamorarías a primera vista; pero si el sujeto mira a la derecha (y tarde o temprano lo hará, os lo digo yo que de posturas entiendo un rato) os encontraréis con un Neanderthal, que reiros vosotros de los que vivían en las cuevas de Altamira, jodooooo. ¿Alguna solución? Como corréis el riesgo de ir a la cárcel si intentáis rebanar cabezas, os recomiendo lo mismo, una huida en toda regla, pero eso sí, antes haberle hecho ingerir una tortilla de Valiums, porque esta criatura sabe correr, y os perseguirá para comeros con alguna de sus dos cabezas (elegid vosotros con cual).

3. El hombre reptil: La gente se tatua muchas veces escamas en su piel para parecer un reptil. En un argot científico se conoce con algún nombre de esos raros que te olvidas que existe al segundo de haberlo oído. En este caso, no se trata de un hombre pintado de arriba abajo, sino de aquellas personas que si se muerden podrían envenenarse tranquilamente, o que si te descuidas te envenenarán a ti sin el menor ápice de compasión. Primero, la paralización: sutilmente (o no) te dejarán en estado de shock con las palabras que expulsarán de su boca. Segundo, el acercamiento: la serpiente acorta distancias y se pone muy cerquita de ti, tan cerquita que podrás oler el aliento y temblar del miedo. Tercero, la comida: abrirá las fauces y te digerirá lo más lento que pueda, para disfrutar. Esto ha sido una clase de etología en toda regla, pero ya veréis como os sirve de ayuda en el momento en que os encontréis a alguien de estas características, porque en este caso, la única opción es arrancarle los dientes (ya sea manualmente o con un bate, os dejo que disfrutéis igualmente con los dos).

Sin duda alguna hay más de una especie en peligro de extinción. Zorros, linces, osos, no sé, un sin fin de animales que, por cuestiones del tiempo, van desapareciendo. Pero es un hecho comprobado que con el tiempo, los que he descrito van reproduciéndose, van aumentando el número, porque ya lo dice sabiamente el dicho popular: dios los cría, y ellos se juntan (y encima tienen descendencia!!). Por eso, creo que Albert Einstein tuvo mucha razón cuando pronunció una de sus frases estrellas: Nacemos genios, pero nos volvemos imbéciles. Porque, algunas personas, parecen invertir la cadena de la evolución: a más edad, más madurez. Ahora entiendo por qué, desde pequeño, me da miedo el circo.

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